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Cuando el juego de cerrar los ojos se convierte en ceguera

Sobrina nieta del autor de El último mohicano, Constance Fenimore Woolson (1840-1893) es recordada por sus muy detalladas ficciones sureñas o por las ambientadas en los Grandes Lagos o el universo americano de Europa, donde tal vez se suicidó. Woolson, personalidad conservadora, fue gran amiga de Henry James. Esta relación ha dado pie a varias obras -Emma Tennant, David Lodge o Colm Toibin firman algunas-, en particular estos últimos años, cuando su narrativa se ha revalorizado como fuente para conocer los EE UU poscoloniales y sus gentes, en especial sus mujeres. Por el bien del comandante (1883), su novela más respetada por la crítica, se ambienta en una pequeña población donde reina un antiguo militar sudista ya algo perturbado, cuya madura esposa se desvive por aparentar una juventud que ilusiona al anciano. Hasta que el regreso de un hijo de la dama, un proscrito, rompe la paz de un mundo en el que estar a cincuenta y cinco horas de la capital del Estado se estima ejemplo de magnífico emplazamiento.

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