No es algo raro que algunos de los grandes nombres de la música española sean prácticamente desconocidos para el público de nuestro país. Forma parte de una tradición en la que el distanciamiento cultural hacia el patrimonio musical es transversal y une a las élites y al pueblo en una ignorancia oceánica de la que nadie se avergüenza.
El tenor mexicano Javier Camarena es uno de los nombres imprescindibles de la lírica mundial, reclamado de forma continua por los grandes teatros y con una impresionante agenda de conciertos para los próximos años. Ha esperado, de forma inteligente, para grabar su primer disco. No ha querido transitar por caminos trillados con la típica recopilación de arias conocidas. Muy al contrario. Ha decidido poner el foco en el compositor, cantante y empresario teatral español Manuel García (1775-1832), un nombre imprescindible en la historia de la lírica europea. Relevante por su papel en determinados títulos de Mozart y Rossini y como compositor por la creación de un corpus operístico muy interesante, plenamente inserto en las corrientes de su tiempo, aparte de la estabilización de un método de canto que ha sido básico para sucesivas generaciones de intérpretes. Además, su labor como empresario fue clave para asentar la ópera en países como México y Estados Unidos. Ahí es dónde Camarena comenzó a tirar de un hilo que le ha llevado a rescatar su figura en un trabajo titulado "Contrabandista", que forma parte de una de las óperas más celebradas de García, "El poeta calculista". El disco está editado por Decca y cuenta con el mecenazgo de la Fundación de Cecilia Bartoli que suma a su afán por el rescate del repertorio lírico europeo más olvidado, el apoyo a los nuevos valores de la ópera en propuestas que se salgan de lo estandarizado. De hecho, la propia Bartoli también estuvo cerca de la figura del propio García a través de un trabajo que dedicó a una de sus hijas, María Malibrán, que alcanzó enorme repercusión.
Javier Camarena alterna en el trabajo discográfico obras creadas por el propio García con otras que él artista contribuyó a hacer célebres, especialmente de Rossini. Consigue, también, con esta mezcla un interesante ejercicio de ver la semejanzas e influencias entre autores tan próximos. En el trabajo se añade un dúo con la propia Bártoli de la "Armida" rossiniana y hay que destacar el magnífico soporte instrumental de una nueva agrupación, Les Musiciens du Prince-Monaco, vinculada a la ópera de Montecarlo y que lidera la propia Bartoli y que cuenta con la dirección musical del entusiasta Gianluca Capuano. Se trata de una orquesta que trabaja con criterios historicistas, algo que se nota para bien en el resultado final.
Es magnífico que al rescate del patrimonio musical español acudan intérpretes foráneos. Ojalá se viese el mismo interés en los nuestros, algo que no siempre se consigue. Para romper, de una vez por todas, el ostracismo relacionado con nuestra música es imprescindible que ésta se vaya asentando en el repertorio. Por eso es tan importante que figuras del nivel de Camarena estén en este discurso. También que cantantes como Elina Garanca o Gregory Kunde ofrezcan romanzas de zarzuela en sus recitales. Contrasta esto con la dificultad de que algunos cantantes españoles que están triunfando se avengan a ofrecer una gala lírica centrada en ópera y zarzuelas españolas o que participen en algunos de los títulos en las cada vez más escasas temporadas y festivales. Habla mucho y mal del complejo que aún persiste, en determinados ámbitos, hacia nuestra música. Por eso es tan importante este disco de Camarena, un trabajo tan bien pensado, editado con cuidado y que, a buen seguro, va a tener repercusión internacional. Su presentación en el festival de Pentecostés en Salzburgo fue, de hecho, un acontecimiento como lo será la gira que se realizará en medio mundo.
