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Entrenador de fútbol base

Dinámicas

El toque de José Alberto ya se deja ver en los resultados, el siguiente reto es trasladarlo y mantenerlo en el juego

Ser feliz es una de las cosas fáciles más difíciles que existen. Hoy en día, la conjunción de astros que debe darse para que una persona cualquiera halle esa felicidad parece asunto de unos pocos. Por esto, y por la nula autoridad que nadie debe tener para arrebatarte de tan ansiado bien, no sería capaz de rebajar la euforia del aficionado sportinguista, pero sí de dotar de perspectiva los últimos acontecimientos.

Innegable es el cambio de "chip" que plantilla y afición viene experimentando en las últimas semanas. Un cambio añorado, impulsado por la ilusión y disparado por los primeros resultados de la era José Alberto. El nuevo técnico, inteligentemente, ha decidido encaminar sus primeros pasos hacia la mente de sus futbolistas, consciente de que esa era la mejor manera de sostener al equipo hasta que el fútbol lo pueda hacer. No hay mejor ejemplo que los fulgurantes arranques de este Sporting 2.0. La salida al campo del equipo suscita, simplemente, eso: equipo. Un conjunto bien plantado, con una consigna clara e intenciones bien diferentes a las de antaño. Después, cuando el fútbol asoma por encima de las cabezas, esta sensación, al igual que esa idea de equipo, va desapareciendo, consecuencia de la falta de entrenamientos, de automatismos -de tiempo, al fin y al cabo- de los que precisa el fútbol actual en una categoría como la Segunda División.

José Alberto ya ha cumplido con creces su primer objetivo como entrenador del Sporting; cambiar la dinámica. Dinámica es ese sustantivo abstracto que, en este juego, mete goles, gana partidos e, incluso, determina ascensos o títulos. Dinámica es ganar en el último minuto, que la sequía de tu hombre gol se rompa con un gol de chilena o marcar en tu primera ocasión. Dinámica es fútbol.

El toque del nuevo jefe de la nave rojiblanca se deja ver en cualquier rincón, más allá de lo ya comentado en el coco de sus futbolistas. El papel de Pablo Pérez, el debut de Espeso o la simple expresión corporal del equipo sobre el césped hablan a las claras de su buena labor. El juego, de momento, no. Y es posible, porque esto es fútbol, que cuando este llegue -que lo hará- los resultados no sean tan positivos. ¡Quién sabe dónde querrá ir a parar la pelota después de pegar en el palo!

El Martínez Valero ya probó el año pasado la importancia de estos valores intrínsecos del juego apeando de forma cruel al filial rojiblanco en su lucha por el ascenso. No existe mejor escenario posible para el siguiente paso al frente de un equipo reacio a bajar a su afición de una ola que, como todas, morirá. Ese será el momento idóneo para valorar un trabajo que va más allá de dónde decida terminar la pelota.

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