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LNE FRANCISO GARCIA

Errores propios de lo más impropios

Dos fallos en defensa y el desacierto en ataque condenan al Sporting frente a un Dépor ordenado y reservón

El Sporting, que nunca bajó la guardia, salió derrotado de uno de esos partidos señalados al principio del curso académico con tinta roja para cualquier aspirante que se precie al ascenso. Llegaba un Dépor con mal cartel visitante que obtuvo demasiado rédito para tan escasos méritos. Se puso por delante dos veces en el primer cuarto de hora y aguantó durante setenta minutos con una férrea defensa y fiando matar el partido en una contra. El Sporting lo intentó, pero le sigue faltando contundencia en los últimos metros. En su regreso a El Molinón, el exrojiblanco Bergantiños fue un baluarte. Su hija cumplía ayer 5 años y papá le regaló un testarazo que se coló en la red entre un bosque de cabezas a la salida de un córner. Y después dio una masterclass de cómo se defiende incrustado entre los centrales cuando el rival aprieta. Al menos tuvo la delicadeza de no celebrar su gol, pero se volvió a La Coruña más contento que unas castañuelas.

No se le pueden poner pegas hoy a un Sporting que se vació en el campo y que se fue de vacío sobre todo por la penalización de los errores propios. O mejor, impropios: la pérdida de balón de Peybernes en la jugada que dio pie al 1-2 del Dépor no corresponde a un jugador de la categoría que se le presupone al francés. Lo cierto es que el Sporting sufre cuando tiene que sacar el balón jugado desde la defensa. Se trata de un mal endémico de toda la temporada que Baraja trató de disfrazar con él patadón arriba a esperar que Djurdjevic bajara el balón y que José Alberto pretende resolver trabajando la confianza de sus jugadores de retaguardia y que no tengan que encomendarse al azar de mandar el balón a donde salga. El caso es que la incapacidad de los centrales rojiblancos para enlazar con los centrocampistas hace que los rivales presionen la salida del cuero y obtengan rédito de ese trabajo. Babin volvió a mostrarse una jornada más como un coloso, como el rojiblanco más fiable y regular de la actual campaña. De su contundencia vive el compañero de baile que le pongan al lado, sea Peybernes, por el que parece tener preferencia José Alberto, o Álex Pérez, más del gusto del anterior entrenador, y menos de la grada. Ninguno de los dos alcanza, sin embargo, la mitad de las prestaciones que su compañero de cobertura. Ahí tiene un problema el Sporting de difícil solución a estas alturas de la temporada.

Entre las buenas noticias, que a algo positivo hay que agarrarse, la confirmación de que Djurdjevic ya afinó la carabina. Cuatro tantos en las últimas cuatro jornadas confirmar que el goleador ha encontrado su sitio. Y lo mejor es que no hace falta que nadie le asista: él balcánico se basta solo para fabricarse las ocasiones. Si bien se echa en falta a un Nacho Méndez para filtrarle el último pase. Ayer anotó el empate con una lección de cómo manejar el cuerpo dentro del área. Le llegó un balón medido, lo bajó con el pecho pese a la insistencia del central en incomodarlo, atacó la pelota cuando bajaba y la metió en la red sin contemplaciones. El serbio ya está ganado para la causa; a Lod le está costando trabajo, una semana más.

Y hasta aquí, que el equipo muestra síntomas de mejora pero no acaba de encontrar el camino del gol, la senda del acierto que le permita proclamarse aspirante a algo grande.

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