En poco más de un mes, el Oviedo ha pasado de la tormenta a un prudente estado de optimismo. El subidón es lógico porque era difícil apostar por un panorama así de despejado tan pronto.
"Hace dos meses nos daban por muertos", analiza Joselu en estas páginas. Un tirón de orejas que parece atinado 15 de 18 puntos después. Suena a lección. A lección que, por otra parte, se llevará el viento cuando vuelvan mal dadas. El fútbol tiene mucha prisa y poca memoria, y en el momento en que la pelota deje de entrar nadie recordará nada. El resultado manda.
Ahora que la purpurina pide paso, no está de más enfocar a Soria, 7 de enero. Aquel choque, ganado sobre la bocina con ilustrativa celebración de Christian, pudo ser definitivo para Anquela y, sin embargo, sirvió de impulso para la reacción del equipo, instalado ya en play-off de ascenso. Aunque hoy no lo parezca, aquellas curvas no quedan tan lejos.
La escalada fortalece la figura del técnico, foco antes y también ahora, responsable directo del estimulante acelerón, ganador de la batalla por su supervivencia. El andaluz formó una tremenda piña en el vestuario, se las ingenió para sortear obstáculos, y el tiempo, de momento, le ha dado la razón. Se la ha dado a él y a quien apostó por su continuidad cuando empezó a sonar la opción de su destitución, justo tras la derrota en Riazor (4-0).
Hoy Anquela y el Oviedo están en el momento de pegar definitivamente el estirón. El equipo se ha hecho fuerte atrás, va recuperando lesionados y tiene un horizonte interesante para dar el golpe: de los próximos nueve partidos seis serán en casa, derbi mediante. No es fácil enganchar una racha así. Mucho menos mantenerla. Pero ahí está. Para encontrar un arranque de año similar a este 2019 hay que retroceder 75 años, hasta 1944. Un dato tremendo que ilustra el mérito actual, pero que, si la historia se vuelve a torcer, tampoco nadie recordará. Los resultados seguirán guiando a su antojo este negocio. Y ahora que acompañan hay que aprovecharlo.
