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José Luis Salinas

La crisis de los cincuenta

La influencia del derbi en el futuro de los dos equipos y el margen de mejora del Oviedo

Entrar en la cincuentena tiene secuelas, a veces importantes. El vértigo se acentúa y hay que empezar a controlarse un poco la tensión. No es nada como para salir a celebrarlo, por mucho que se empeñe Anquela, y afortunadamente nadie fue a la plaza de América el domingo tras el partido del Oviedo contra el Bayern (perdón) Nàstic de Tarragona. A buen seguro que no ocurrirá nada parecido en Gijón cuando el Sporting consiga alcanzar la cincuentena clasificatoria, esa que despeja los fantasmas del descenso. La gente es sensata.

Sin nada que celebrar llega uno y otro al derbi. Hace aún mucho frío para ir de fuente en fuente, no nos vayamos a acatarrar. Hay veces que hay partidos que marcan una temporada. ¿Será este? Siento desilusionarles, pero no tiene pinta. El camino al play-off aún es empedrado por mucho derbi que se venga.

Y es que los derbis son partidos raros. Cargados de tensión, de nervios, y cuando llegas a la cincuentena conviene cuidarse un poco más de lo normal. Anquela es un especialista en guardar la ropa, eso nadie lo pone en duda, pero últimamente anda con la tensión por las nubes. No está la cosa como para pillar un catarro. Ya saben.

El equipo está creciendo desde una defensa ordenadita, saneada y que (salvo alguna que otra cantada, como contra el Mallorca, o los postes del Nàstic) concede bastante poco. El problema es que allá arriba sigue con la puntería torcida, sobre todo porque los que tienen que rematarla tienen poquísimas oportunidades. Y así no hay manera. Vale que los equipos en Segunda se arman desde atrás, pero un poco de alegría allá arriba, aunque sea de vez en cuando, tampoco está mal. Ojalá los cero tiros en Mallorca no se repitan. Lo peor es que después del derbi, que se prevé tormentoso por lo que se juegan uno y otro, no llega la calma. Todo lo contrario. Tanto al Oviedo como al Sporting le queda un calendario complicado que, más que ese partido de alta rivalidad, será el que defina la temporada de uno y otros.

Tras el derbi los dos estarán ante esos diez partidos del calendario que el bueno del exentrenador oviedista Luis Aragonés decía que eran los que marcaban la temporada. Pero, antes que eso, el partido en Gijón será clave para evaluar de una vez por todas si Berjón vuelve a estar al nivel de antes de la lesión (memorable su primera parte en el derbi de la primera vuelta), si esa banda con Mossa carbura de nuevo, y si el luchador de Joselu está volviendo a retomar el olfato goleador. Mal campo para comprobarlo, pero es lo que hay. Son los caprichos de un calendario asimétrico menos caprichoso de lo que parece.

Al Oviedo, eso sí, le queda mucho margen de mejora y el tiempo se le va agotando. La soga de seda en forma de defensa de cinco comienza a apretar el pescuezu más de la cuenta. Y parece que al paso que vamos, no vamos a ver esa alineación con dos delanteros que Anquela prometió sacar cuando el equipo se cargara de confianza. Se ve que aún no es el momento.

El domingo es mal escenario para andarse con experimentos e ir desatándose la soga. Es en este tipo de partidos en los que hay que tener la ropa más limpia. ¡Ah!, y lo más importante será que no se "manque" ninguno. Ni los del prau ni los de la grada, y que ganen los de azul. Desde que los derbis volvieron al fútbol profesional no hay color, que siga siendo así.

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