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Alberto Menéndez

Cuestión de confianza

El Oviedo no empató el partido de ayer ante el Huesca en el Tartiere por buen juego, ni mucho menos, sino por ganas, por ilusión y, ante todo, por la confianza que tiene Rozada en su delantero centro reserva, Ibrahima Baldé y, fundamentalmente, por la que tiene este en sí mismo. El senegalés suele salir en los últimos minutos de los partidos y es un ejemplo, siempre da todo en beneficio del equipo. Ayer lo volvió a hacer y, a pesar de una fuerte tarascada anterior con un defensa rival, al final se salió con la suya y con su tanto de ultimísima hora sumó un punto vital en estos momentos para los azules.

Al conjunto de Javi Rozada se le ve excesivamente tenso en muchos momentos de los partidos y eso le quita frescura a la hora de intentar crear juego. En el primer tiempo de ayer el Huesca controló el partido con solvencia ante la falta de aplomo de los azules, quizá más preocupados de hacer viables en el terreno de juego los planteamientos de la pizarra de su entrenador que de plantear realmente sus propias iniciativas, de no obsesionarse con el contrario, por mucho que este ocupe los primeros puestos de la tabla y que sea uno de los favoritos al ascenso.

Los primeros 45 minutos de la fría tarde-noche de ayer resultaron más que aburridos, pesados, con un Huesca empeñado en tocar y tocar el balón en el centro del campo y con un Oviedo incapaz de desarrollar su propio fútbol. Así y todo, la mejor oportunidad de gol de esta primera parte fue azul, en concreto de su goleador Ortuño, que se encontró con un balón franco tras un grave error defensivo de los oscenses y que no entró en la portería de Álvaro Fernández porque rozó en un jugador de los de Míchel que lo desvió a córner.

El Oviedo salió con otras intenciones en la segunda parte, más preocupado de sí mismo, de sus propios movimientos, que del contrario. Y así pasó de ser dominado a dominador durante unos diez minutos, hasta que en una nueva jugada desafortunada de los azules (algo habitual en lo que va de temporada), cómo no, a balón parado, en un saque de esquina, Eugeni adelantó a los aragoneses en el marcador. El Huesca se dedicó entonces a intentar dormir el encuentro, sin mayor ambición. Y lo logró durante muchos minutos. Casi se veía con los tres puntos, un botín excesivo para sus merecimientos, sin ninguna duda. Pero ese conservadurismo al final le acabó pasando factura, mientras que al Oviedo fue su fe la que le llevó a conseguir un empate merecido y justo, aunque solo fuera por las ganas que pusieron en el envite sus jugadores.

No es fácil hacer buen fútbol, y mucho menos bonito, cuando se está en los puestos bajos de la clasificación. Pero el entrenador azul está obligado a concienciar a los miembros de su plantilla de que están capacitados para hacer las cosas mucho mejor de lo que lo están haciendo. Las dos nuevas adquisiciones, Lunin y Luismi, mostraron ayer cualidades suficientes para poder ayudar al equipo en estos difíciles momentos. Y seguro que Saúl Berjón, cuando recupere la forma, será el mejor fichaje de los azules para la segunda vuelta del campeonato. Ayer ya tuvo detalles de su gran clase y, sobre todo, volvió a mostrar su osadía para arriesgar cuando nadie se atreve a ello. A eso, a la audacia, al arrojo, es a lo que no deben renunciar Rozada y los suyos para no verse superados por los acontecimientos.

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