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Crítica / Música

"Errai", un camino musical lleno de luz

La música asturiana vuelve a estar de enhorabuena. El polifacético Marcos García presentaba el domingo en el marco del "Festival Arco Atlántico" un nuevo proyecto rodeado de una docena de músicos asturianos de primer nivel. "Errai" es el nombre de la próxima estrella polar, que se posicionará dentro de unos mil años, y es el título de una composición dividida en cuatro movimientos que transita por diferentes lenguajes y tradiciones musicales. Un viaje musical plagado de matices en el que destaca sobre todo el optimismo y la luz.

Todo empezó en el silencio y la oscuridad; ese era el ambiente que se respiraba la noche del domingo en el patio del Antiguo Instituto. Los músicos salieron al escenario vestidos de negro y ocuparon sus lugares con serenidad y sigilo. Fue Marcos García quien se ocupó de romper el hielo y presentar su composición, también el encargado de empezar a darle vida con colchones sonoros que fueron cobrando un sentido musical, fijando un patrón rítmico que fue ganando regularidad. La incorporación del piano, los vientos y el contrabajo reforzaron el discurso y aumentaron la expectativa hasta la esperada llegada de un tema de carácter popular con una inteligente combinación de violines y acordeón diatónica. Aquí se abrió un espacio brillante, evocador, lleno de luz. Puro optimismo musical.

Este primer número era "Batura" (espacio libre para moverse, en asturiano) y la libertad con la que se abría la obra sería la pauta en su desarrollo: pasajes épicos, guiños al jazz, especialmente en los desarrollos melódicos de Jacobo de Miguel al piano, otros momentos obstinadamente monótonos hasta convertirse en intensa materia sonora. La elección de timbres estaba muy cuidada y la pieza iba combinando diferentes instrumentos para crecer y envolver a los presentes. También con los ritmos: compases irregulares de cinco y siete tiempos, ternarios, cambios de acentuación? era imposible aburrirse. Los contrastes se hicieron patentes con los juegos de texturas, a veces plenas y completas, otras veces vacías de instrumentación, evocando atmósferas íntimas.

Fue una hora de música casi continua, una suerte de sinfonía para un grupo reducido de efectivos que se las ingeniaron para manejar una considerable variedad de instrumentos: percusiones de todo tipo, guitarras, banjo? y, siempre al frente, el acordeón de Marcos García dialogando y participando con todos. La pieza acabó derivando en ritmos latinos en clave de jazz, reforzando la idea del viaje y evocando la libertad. Un final efectivo que dejó marcado a más de uno en el público, y es que, tras la ovación final, la melodía de este último número seguía sonando a golpe de silbido en la zona de butacas.

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