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La importancia de llamarse Stephen

Diez años de incógnitas en el centro de referencia de Barros que lleva el nombre del científico fallecido

Las cenizas de Stephen Hawking reposarán en la abadía de Wensmister, junto a Isaac Newton, después del funeral que en unos días se celebrará en la iglesia Great St Mary's de Cambridge. Ya ven, Hawking dio por científicamente probada la inexistencia de Dios pero el universo británico de tradiciones y honores es uno de los pocos reductos inmutables en nuestro cosmos en vertiginosa expansión. Eso también lo tenía asumido el sabio y su familia. Así que esta deliciosa contradicción a nadie ha perturbado en aquellas latitudes. Aquí, inmersos en la paranoia de lo políticamente correcto, ya tendríamos un debate nacional en medios y fuego cruzado de insultos en las redes.

Y ocurre que el hombre ha muerto sin dar el sí oficial a que su nombre figure para siempre ligado al centro nacional de referencia para personas con discapacidades neurológicas que se ha construido en Barros. Diez años llevan las grandes letras de acero brillando con su nombre sobre la bella fachada en óxido del edificio pero nadie en ese tiempo le echó un rato a tramitar una autorización que seguramente de forma verbal ya habría dado el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Pero lo verbal es volátil como el polvo de estrellas y nuestro mundo de certezas terrenales requiere papeles con número de registro.

Falleció el sabio, quedó sin hacer y ahora el trámite ha de gestionarse ante la fundación, con su patronato, estatutos y garantías que lentifican las decisiones.

Pero si llevar diez años el nombre de prestado fuera la única incongruencia de este centro podríamos incluso considerarlo una anécdota. Es decir, si el equipamiento estuviera funcionando y siendo referencia en algún sentido o dirección. No es el caso. Al igual que con el patronímico, todo es silencio; administración local y asturiana subrayan que la gestión es estatal y que se sigue a la espera.

La dirección del Imserso -de quien dependerá el centro- vino a decir en su primera visita al lugar, el año pasado, que se inauguraría éste pero existen dudas razonables al respecto dados los problemas legales con la suministradora de mobiliario y la inconcreción en cuanto a la dotación definitiva de personal. También está por determinar si llevará a cabo labores de investigación además de las asistenciales, cuáles serán y con qué equipos de excelencia.

Así que si en algo ha evolucionado el centro en estos diez años es en los virajes de color que ha experimentado el óxido de su carcasa. Lo demás son incógnitas, incluso la de su propia denominación.

A mí esta breve historia del tiempo me evoca la teoría del Todo del propio Hawking, ésa que conecta el mecanismo de lo ínfimo con la magnitud de lo cósmico; el camino por el cual la idea de Dios, científicamente hablando, se fue por el desagüe. Es decir, si tomamos el no funcionamiento de este centro como referencia nacional, podemos no entender mucho mejor la inoperancia, desidia, inversión desaprovechada y otros fuegos de artificio de la administración estatal u otras territoriales que no le andan a la zaga. Es una teoría del Todo perfecta, digna del insigne investigador. Quizás tenga relación con lo que él denominaba universos paralelos.

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