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Conil

Seguro que muchos de ustedes conocen esta perla del paraíso gaditano, nuestros primos hermanos, a mi juicio, junto a los de Bilbao, en el que las puestas de sol te quitan el sentido y te proporcionan el placet para seguir aquí. El ilustre Ayuntamiento de Conil ha prohibido, con reglamentación jurídica ad hoc, las despedidas de solteros y solteras. Coño, qué maravilla, qué lección nos proporcionan desde la costa de la luz.

En pleno verano, asistir a los lolailos y grotescos esperpentos, que asustarían al mismísimo Don Ramón del Valle Inclán, ya que deambulan por nuestra city una pléyade de garrulos venidos de casa dios, ataviados groseramente con el pelo de la dehesa, que en su hábitat no se atreverían a exhibir, da pena y dolor. Basta ya de dar cobijo a esas mesnadas aborregadas que, con su perfil paupérrimo, entorpecen con su nulo gusto el reparador descanso del fin de semana.

Se me ocurre, pa no joder a determinados hosteleros que, entre los que se dedican a esos menesteres, hagan en un monte un recinto pa ellos con corderos a la estaca, cachopos XXXL, bebidas a gogó, servicio de ambulancias pro etílicas y autobuses que los deporten al final de sus despedidas a sus lares.

Munícipes locales, urge hermanarse con Conil. Dicho queda.

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