Fue un acierto, un éxito rotundo. El Festival de Música Antigua decidió en esta edición levantar la vista más allá de los centros canónicos de producción musical y poner la mirada en el Oriente. La curiosidad y la expectación era máxima, y el patio del Antiguo Instituto se quedó pequeño para un recital que puso el acento en la errancia de la música, rindiendo homenaje a cuatro viajeros medievales que abrieron rutas y propiciaron un acercamiento cultural entre Oriente y Occidente. "Todos los Tonos y Ayres" y "Veterum Mvsicae" unieron fuerzas bajo la dirección de Aziz Samsaoui para dar forma a un repertorio que resultó exótico, tanto por las sonoridades, como por los lenguajes y las formas de cada pieza.
Nada de claves, violines o flautas; poco antes de las ocho, en el escenario aguardaban instrumentos difíciles de encontrar en un concierto al uso, como el dizi, el sheng, el khoomei o el juur, por nombrar sólo algunos. No fue un concierto de "World music", las piezas se abordaron con el rigor y la autoridad que sólo pueden encarar quienes conocen bien este repertorio. El tono del recital fue didáctico, y todos lo agradecimos, porque para un oído occidental resulta difícil ubicar las piezas que configuraron el repertorio. El programa estaba planteado de forma impecable con el viaje como leitmotiv, y más allá de seguir los itinerarios de Benjamín de Tudela, Ibn Battuta, Zheng He o Marco Polo para ir presentando obras de distintas latitudes, la idea de la música como acerbo y patrimonio inmaterial que todo individuo lleva consigo estuvo presente durante todo el concierto. Las conexiones entre repertorios y las hibridaciones culturales que se produjeron con la actividad de estos viajeros en el medievo permiten vislumbrar muchos más puntos de encuentro de los que solemos imaginar a la hora de marcar distancias con lo oriental.
Resulta difícil sintetizar la gran variedad de músicas que escuchamos a lo largo de la hora y media que duró la actuación, más aún entrar a valorar con parámetros y términos del lenguaje occidental la interpretación de las piezas. Sonaron danzas (otomana, armenia, andalusí, de Tracia), romances, cantigas y piezas de China, Mongolia, Persia, Egipto? cada una con su particular planteamiento estético y con su instrumentación. En el público reinaba la atención para no perder detalle, para tratar de encontrar un pulso, un motivo o una cuerda de recitado que sirviera de guía para comprender cada pieza. Al finalizar, la ovación se prolongó durante varios minutos, y parecía dirigida no sólo a los músicos, sino también a la organización del festival por su valentía y determinación a la hora de apostar por esta iniciativa.