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Crítica / Teatro

El "Horror" conquista el Jovellanos

El musical "made in Asturias" es un ágil y divertido espectáculo de variedades

Llegó el día del estreno, y los habituales augurios de "mucha mierda" en el mundo del teatro se hicieron realidad, porque el papel se había agotado en la taquilla hace días y en el Teatro Jovellanos no cabía un alma más. Lleno hasta la bandera para ver el estreno de "Horror: el show que nunca se debió hacer", una función metanarrativa que toma como hilo conductor una representación del musical "The Rocky Horror Show" de Richard O'Brien, con constantes guiños a esta obra tanto en la estética, como en el guion o en la banda sonora, que fue interpretada en riguroso directo y con los músicos en escena.

El talento de esta función es íntegramente asturiano: un compendio de cuatro compañías teatrales (Ambigú Media Broadcast, Higiénico papel, Saltantes y Teatro del fin del mundo) y una banda de músicos formada por Wilón De Calle (batería), Sil Fernández (bajo), Sam Rodríguez (teclados) y Álvaro Bárcena (guitarra y dirección musical). Todo bajo la dirección de escena y dramaturgia de Laura Iglesia. El resultado es una obra ágil, dinámica, sin apenas espacios para la reflexión y dominada por una constante agitación, un ir y venir de personajes, golpes de humor y números musicales que envuelven al espectador en un clima muy acorde con la obra a la que rinden homenaje.

Los músicos empezaron a tocar nada más abrir puertas el teatro, y la atmósfera en el Jovellanos era de fiesta; no faltó el atrezo para la ocasión entre algunos de los asistentes, sabedores que en "The Rocky Horror Picture Show" el público tiene un papel activo. La obra comenzó con la llegada de una compañía de teatro de serie B a un auditorio en el que van a representar el musical de O´Brian y un primer cuadro con todos los actores en escena que permite percibir los perfiles de cada personaje. Buen arranque para una trama con poco recorrido, pero con recursos suficientes como para mantener la atención del espectador en todo momento.

La obra gana con la llegada de Rodrigo Cuevas al teatro en el papel de un repartidor de pizza; la simpatía del público por el agitador folklórico quedó patente con una mayor intensidad en las risas en cada broma. No es sólo la naturalidad con la que se maneja en escena, sino también su versatilidad para encarnar la transformación del pizzero en protagonista de la función (el papel de Frank-N-Furter) manejando los distintos registros y, por supuesto, su magnífica labor en los números musicales. Rodrigo se mueve como pez en el agua en un espectáculo de variedades que encaja a la perfección en su personaje público.

El final llega precisamente en el principio de la representación de "The Rocky Horror Show", con el primer número musical que habíamos escuchado en la obra en forma de ensayo. Una estructura circular bien traída, un ciclo de 24 horas sin cambios de escena (todo sucede en el teatro) y con escasos recursos para transformar los ambientes. Se confirmó la máxima del "menos es más" en un musical que tiene su fuerte en el guión y, sobre todo en la interpretación de los actores. La ovación final confirma el éxito de una obra que tiene mucho recorrido.

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