Segundo año, y parece que el proyecto de la Academia de verano Arkady Futer se consolida como espacio de formación y perfeccionamiento para instrumentistas de cuerda. Esta iniciativa ha congregado de nuevo a alumnado nacional e internacional (rusos, portugueses, británicos) durante una semana en las instalaciones del Museo Evaristo Valle y del Conservatorio. Además de las clases y talleres, la programación cuenta con conciertos abiertos al público. El pasado jueves fue el primero, y esta tarde a las 20.30 y nuevamente en el Museo Evaristo Valle, es el turno para la "Camerata Tchaikovsky", con la participación del ganador del concurso que se celebra en el marco de la Academia. El domingo a las 18.00 horas en el Conservatorio se cierra la edición de este año con el concierto de los más jóvenes.

Lo que vimos el jueves es una pequeña muestra de lo que sucede a lo largo de una intensa semana. El concierto arrancó con los profesores interpretando el "Cuarteto de cuerda n.º 14" de Mozart; una obra extensa y de lenguaje plenamente clásico que exige técnica y compenetración para lograr un equilibro en el conjunto. Natalia Lomeiko se encargó de imprimirle brillo y gracia al tema del primer Allegro, con desarrollos replicados por Katsiryna Zabradotskaya al segundo violín y Yuri Zhislin (viola), mientras Vera Kuligina ponía el suelo armónico con el chelo. El Andante fue un prodigio de contención y buena articulación en la conducción del motivo principal, perfecto para contrarrestar con el brío del Allegro final.

Mozart siempre es buena elección para abrir un concierto, más aún si la obra suena en un recinto de cámara como el del museo y con el rigor de estos músicos. La más joven del elenco sorprendió a continuación por su aplomo y seguridad para enfrentar dos movimientos del "Concierto para violín n.º 2" de Friedrich Seitz; María Boguslavskaya supo dar con el tono y la intención de la obra, sobre todo en las progresiones melódicas al agudo. La primera parte finalizó con la "Polonaise brillante" del polaco Henryk Wieniawski en manos del violinista Leon Chakrabarti. Fue una exhibición de virtuosismo llena de efecto y con buen control de los recursos: los ataques de frase, los trinos, el peso de los graves y la contundencia de las cuerdas dobles para cerrar el desarrollo antes de la reexposición.

La segunda parte empezó con Lomeiko y Zhislin acompañando a Rocío García Pérez en el "Terzetto" de Dvorak; una obra densa, con desarrollos largos y en la que destacó por su belleza la interpretación del "Larghetto". El dúo de Boguslavskaya e Inés Carvalho con obra de Shostakovich nos imbuyó en aires de danza, y la recta final vino marcada nuevamente por el virtuosismo. Rocío García Pérez atacó con pasión los motivos de la segunda sonata para violín de Ysayë, con especial cuidado en el contraste de dinámicas, mientras que Katsiryna Zabradotskaya estuvo brillante con el "Concierto para violín n.º 5" de Mozart, logrando un buen tono, potencia y gran presencia en cada fraseo. La Academia Futer sigue adelante con buen pie y cierra este curso con la vista puesta en la edición del año próximo, demostrando que Gijón es un buen destino para formar talentos en la cuerda.