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Profesora del colegio La Asunción

Pequeños detalles, grandes regalos

Sobre la importancia de cuidar los gestos, actitudes y palabras en el día a día

No vienen envueltos en papel de colores, no se necesita una celebración especial para mostrarlos, a veces pasan desapercibidos... pero son ellos, los pequeños detalles, los que engrandecen lo cotidiano siendo la salsa de la temida rutina. Todo ser humano, por el hecho de serlo, es capaz de darlos y mostrar gratitud al recibirlos. Estaréis de acuerdo conmigo en que no es lo mismo tomar una cerveza y estirar el brazo para coger un puñado de frutos secos (que están de moda, especialmente los revoltijos) que tomarla acompañada de una croqueta o un trocito de jamón con tomate.

A todos nos gusta que nos mimen y nos traten con delicadeza y ternura. Queremos cambiar grandes cosas, transformar un mundo del que siempre estamos quejándonos, exigimos respeto y hablamos de empatía. ¿Cómo contribuyes tú para conseguirlo? Si no empezamos por nosotros mismos, difícil llegar a esa transformación de la sociedad. Mañana al levantarte, prepara el zumo como de costumbre, pero añade una rodaja de naranja o un poco de azúcar en el borde del vaso. Sonríe a tu vecino en el ascensor mientras le deseas un buen día. Cuando llegues a tu puesto de trabajo recuerda que las personas son más importantes que cualquier aparato electrónico. Escucha a quien quiere hablar y dedica unas palabras a quien no te dice nada. Tus manos están hechas para acariciar, acompañar, acoger, entregar... no las uses entonces para señalar ni llevártelas a la cabeza. Que salgan de tu boca hermosas palabras de aliento, frases divertidas y miles de besos. Tu mirada dice mucho de ti, procura que sea siempre sincera y cercana. No tengas la fea costumbre de poner los ojos en blanco cada vez que algo no te gusta. Rescata del armario esa vajilla que guardas para ocasiones especiales y presenta esta noche la tortilla en uno de sus platos. Acompaña la cena con una vela, una flor o una servilleta original. Dile a tu familia que la quieres, llama a tus amigos, alarga un beso de buenos días y arropa con cariño a quienes duermen bajo tu mismo techo. Tampoco te olvides de ser amable contigo mismo. Dedica unos minutos al día para hacer lo que realmente te gusta. Pasea, lee, baila, respira, siente, sueña... Aprovecha todas las ocasiones de encuentro y comunicación porque, sin lugar a dudas, tú eres el mejor regalo para el mundo.

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