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¡Viva Zabala!

Entérome, pues soy asiduo del Barrio Alto, que cerronos Casa Zabala. Coño, siéntolo un montón, pues esa mítica casa de comidas, antes de la llegada de los cachopos, nos dio recitales de buen comer. En el viejo Zabala con carteles taurinos, fuimos legión los que conocimos, a pesar del rompehuevos del albino que hacía llorar la guitarra, la sublime ventrisca de bonito, el congrio con guisantes, la crema de nécoras y los chipirones en tinta que mandaben rellenar al nenu de Cimavilla que tuviera los dedos mas flacos. Tras la remodelación fui varias veces (recuerdo una en especial cuando, después de ganar la primera batalla, compartí mantel con mi genial amigo y compañero Chema Cabezudo) y su pastel de centollo gratinado, así como sus almejas en idílica salsa verde, seguían siendo un mascarón de proa del buen yantar gijonés.

En fin, todo pasa y todo queda?

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