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Amalia

El otru día en el autobús 14, que sal cada hora y cubre la línea El Infanzón -Sotiello, fui a una residencia de la tercera edad, "la mía", a ver a una señora a la que quiero mucho. Dada la comodidad y la calefacción del vehículo, acordeme de los Leyland, aquellos que teníen un tigre de bengala en el capot, entonces era un neñu que cambió del tranvía y de les jardineres al coche de línea pa ir a tomar el aperitivo, con mi tío Pepe, a Casa Jorge. Cuando me bajé en la última parada, en la abadía de Cenero, a pesar del gélido ambiente, llegué solu y tan solo dos gatos, escrutándome, haciendo guardia ante la plaza de la primera romería del añu, cuando fui joven, rememoré tiempos pasados.

Bien, timbré en la celosía y me abrieron para llegar a un cálido ambiente repleto de internos curiosos y de personal ad hoc. Pregunté por quien iba a ver y me pasaron a una sala repleta de cómodas sillas, revistas, periódicos y de globos, como artesonado de las fiestas navideñas. Allí apareció, en perfecto estado de revista, Amalia, la viuda de Manolo El Camioneta, el del Molinucu. "Alfonso, hijo, como te quiero", me dijo a modo de saludo.

Hablamos largo y tendido de tanto como compartimos en su mítico establecimiento, me confesó que me iba a hacer unos pimientos rellenos de bacalao, "sus pimientos", y que había nacido el cuatro del cuatro de 1944. A lo largo de la deliciosa media hora que compartimos, entre miradas, sonrientes e inquietantes, me di cuenta de que la vida es un tránsito. En fin, me enseñó su pulcra y minimalista habitación y entre idas y venidas de la cordura ("tengo como unos pájaros en la cabeza que a veces me hacen olvidar las cosas"), hablamos de la suerte que tuvo con sus hijos, tres en Londres (London, como decía el su Manolo) y Manolin, aqui, a vela a diario, y con sus parroquianos: Falín el catedraticu, Pedro el ingenieru, El Pilu, el cura Bardales y Gorriti (el también cura, José Luis Martínez).

Cuando salí a campo abierto, a tomar aire, pues me vino a la cabeza la Residencia Abantos, en El Parchís, en la que ingresamos mi hermana y yo a nuestra madre, pensé que el tiempo pasa...

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