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Tristes teatros

Gala de los premios "Oh!", viejos problemas y otros a estrenar en las artes escénicas

Es un misterio de difícil comprensión cómo las gentes del teatro sufren tanto para subir a escena, sufren en ella para encarnarse en otro ser; sufren por conseguir bolos, tramitar subvenciones, pagar impuestos, llenar la nevera; por competencias leales y desleales, leyes como puñales, otras que nunca llegan, gentes que se ofenden, denuncias, descréditos gratuitos; sufren por contener su sufrimiento, en perpetua militancia por la alegría.

Es un misterio para mí que no nos den, de una vez, una patada y dejen los teatros mudos, condenados a la tristeza. Porque cuando deberíamos venerarles por ese oasis de verdades milenarias que preservan con celo en la era de la posverdad y el microplástico, no hacemos otra que ponerles chinas. Pues nada, ahí siguen.

Por eso, debería haber sido la última gala de los premios "Oh!" de las artes escénicas asturianas, en el teatro Jovellanos, una celebración del primer año de fusión del sector profesional en una única asociación, EscenAsturias; celebración también de esas cosechas de tan alta calidad en dramaturgias y montajes de danza, teatro clásico, no convencional, infantil? nada que envidiar a nadie en la capacidad asturiana de creación, con el mérito de la economía de guerra en los medios. Fue esa gala, sí, pero también la de los problemas sin resolver y los de nuevo cuño.

Por ejemplo, la aplicación de la nueva Ley de contratos del sector público ha significado en Asturias la desaparición de circuito de teatro. Seguro que quienes legislaron en aras a la transparencia y a evitar tanta corrupción a la que hemos asistido en nuestro país, no tenían intención de darle un hachazo a la cultura pero es lo que tienen las ondas expansivas de las leyes que equiparan administraciones, contratos y suministros, e igualan la contratación necesaria para una obra civil a la de una investigación científica o una función teatral. No es lo mismo ni se debe gestionar igual.

Así que en Asturias la consejería de Educación y Cultura, que hasta ahora asumía el pago directo de la mitad o más del caché de las funciones incluidas en el circuito, para alivio de los teatros municipales que, de esa forma, contrataban a mitad de precio, ha delegado la contratación completa a las entidades locales a las que posteriormente, eso sí, subvencionará. El problema es que éstas tienen también que ajustarse a las limitaciones de la nueva ley y financiar al completo sus contrataciones a la espera de que luego le subvencionen el esfuerzo.

Un claro ejemplo de que hacer las cosas de otra forma para solucionar un problema puede generar otros nuevos y peores porque -esto es un clásico- las consecuencias las acaba pagando siempre la parte más vulnerable de toda la cadena. Es incongruente que algo que nace para apoyar a un sector acabe siendo un obstáculo en su desarrollo. Si algo no cumple su función, hay que cambiarlo.

También hay problemas añejos que se evidenciaron en la jornada de fiesta teatrera. De hecho, se visibilizó gracias al "Oh! de Honor" a las promociones del antiguo Instituto de Teatro y Artes Escénicas, ITAE que, siendo profesionales cualificados no han conseguido aún el reconocimiento de su formación con un título oficial. Pasan los años y las oportunidades para estas personas que en su día comenzaron unos estudios embargados por el entusiasmo y la promesa de una homologación, terminaron sin ella y, a día de hoy, siguen a la espera.

Es verdad que hay buenas noticias en el horizonte escénico, como la reciente aprobación del Estatuto del artista, o la creación de "Camino Escena Norte" que agrupa a asociaciones de Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco para hacer desde este año un corredor de intercambio de profesionales y montajes.

Ya ven qué corriente de ansiedades bajo ese escaparate de alegrías. A los teatreros y teatreras les da la vida nuestro aplauso pero comen de sus ingresos profesionales. Como todos.

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