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Nuevo territorio electoral

Los asuntos de género empiezan a monopolizar el debate político y alguien sacará rédito de ello

Hace unos años todavía se debatía, en forma de reyerta, que es como se pelea en los campos electorales, sobre rojos y nacionales, izquierdas y derechas, progresistas y conservadores. Pero esos parámetros de enfrentamiento se han ido diluyendo de la mano del género. Cuando pensábamos que el género era algo relacionado con el tejido, una tela o una urdimbre, resulta que de un tiempo a esta parte se ha convertido en el epicentro de la discusión política, pero nada que ver con la definición de la RAE: "Conjunto de seres que tienen uno o varios caracteres comunes" sino como territorio de combate político. Por eso los partidos tradicionales -PSOE, izquierda, PP, derecha- se están deshilachando por los extremos, apareciendo otros grupos que ya no centran sus postulados en la ideología, el pensamiento o la filosofía política, sino en el género reconvertido en genérico, como aquel producto de marca blanca donde entra todo: el feminismo, el machismo, el hembrismo, el lenguaje inclusivo, las expertas en sexismo lingüístico, en másteres en género, el poliamor, la defensa personal infantil...

Por aquí es por donde se mueve ahora el voto. Erin Pizzey (China, 1939), que vive en Londres, es una de las pioneras feministas en Gran Bretaña. Creó las primeras casas de acogida. A finales de la década de los setenta le llovía el dinero estatal, hasta que "el feminismo olió el negocio y lo convirtió en una industria millonaria. Expulsan a las feministas que no están de acuerdo con la victimización de la mujer y a los hombres que pertenecían a ese movimiento, y lanzan un mensaje que calará hasta hoy: el hombre es un ser malvado por naturaleza, una especie de asesino en potencia". María Blanco, doctora en Ciencias Económicas de la Complutense declara en su libro, "Afrodita desenmascarada: una defensa del feminismo liberal": "vamos hacia una cuarta ola de feminismo con objetivos espurios: que los hombres lleven tacones o que los niños carezcan de identidad sexual".

Lo último es lo que leo sobre un gimnasio de Gijón al que asisten más de mil mujeres a aprender técnicas militares para defenderse de los varones. Armando Carriles, director del centro, conoce una técnica japonesa llamada Krav Maga, que ya usa el ejército israelí, y aconseja a las participantes, incluidas niñas de doce años, "atacar a los ojos, la garganta o los testículos". Así que por las tardes, las preadolescentes, nada de hacer deberes en casa o ir a la biblioteca, practicar balónmano o fútbol, que está despegando entre las chicas. Cuando siempre se decía que la violencia engendra violencia o que si te pegan en clase no respondas del mismo modo. Ahora lo mejor es aprender dónde golpear a los compañeros de clase, es decir, allí donde más les duele, si llega el caso.

En una charla distendida en la librería La Buena Letra, la candidata del PSOE a la alcaldía de Gijón, Ana González, se interesó con buen criterio por todo aquello que se mueve alrededor del libro: el mundo editorial, con la aportación del editor Díaz Huici; el ámbito de las librerías, con un experto como Rafael Gutiérrez y la vida creativa de la mano de la escritora polifacética Vanessa Gutiérrez. Todo envuelto en un trasfondo de pesimismo, a pesar de los ochenta mil libros editados el año pasado.

Da la sensación de que las inquietudes políticas y la gente bien intencionada en general van por un camino, pero la realidad de la calle es otra. Se acabaron las ideologías del abuelo por ambos bandos, los rencores guardados en el arcón de la vergüenza, los enfrentamientos puerta a puerta, el buzoneo de la maldad al amanecer. Nada de libros, ni de marca páginas, ni de fantasías. Cuesta comprender esta deriva social de comportamiento donde la violencia es el núcleo de la vida de diario, en los medios, en las casa, en la noche, en las esquinas, en los gimnasios, en los padres, en la juventud. Con el agravante de que, a la postre, siempre hay alguien que saca réditos políticos o económicos de estos momentos de confusión y duda entre diferentes sexos. Entre tanto, mirar hacia atrás con miedo y golpear hacia delante con saña.

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