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San Dámaso, el Papa astur

El religioso al que se le atribuye la frase "Un Dios, un Cristo y un obispo"

La Iglesia celebra desde hace siglos el santoral de un astur, San Dámaso (s. IV) el 11 de diciembre. Una gran figura de la Iglesia universal a la que se le atribuye la frase de "Un Dios, un Cristo y un obispo" en aquel tiempo en el que el arrianismo corría entre la teología cristiana.

El astur Dámaso, cuyo nombre significa "el domador", era nacido en la Hispania romana, en el territorio de los astures, entre el Cantábrico central, el río Astura, hasta parte de Lusitania, y el actual Duero. De aquellos lugares también era la niña mártir emeritense contemporánea Santa Eulalia, Santaya o Santa Olaya, patrona de Oviedo y de la diócesis de Oviedo, cuya festividad es el 10 de diciembre. Hoy en día aún se habla en esas tierras con expresiones de la lengua asturromana.

San Dámaso, colaborador del Papa Liberio, le sucede en el papado en una época de persecuciones del emperador Constancio y de división del Imperio Romano entre occidente y oriente. A San Dámaso por su condición de asturromano nacido en Hispania, se le considera el primer Papa español de la Iglesia. Habría que esperar más de mil años para que otro español, del Reino de Aragón, Alfonso Borja, alcanzase el pontificado con el nombre de Calixto III.

El Papa Liberio había fundado en Roma la Basílica Liberiana, que posteriormente se denominará de Santa María la Mayor y la única de las cuatro Basílicas Mayores de la Ciudad Eterna consagrada a la Virgen María. "Santa María Magiore" goza del privilegio de la Bula Pontificia "Hispaniarum Fidelitas" por su vínculo a la nación española, y es su protocanónigo el Rey de España. En cada ocasión que los papas inician un viaje lo hacen orando y ofreciendo en esa Basílica romana, lo mismo ocurre a su regreso en acto de agradecimiento.

La impronta del Papa teólogo astur San Dámaso en sus 18 años de pontificado fue decisiva en aquellos convulsos años del cristianismo primitivo, llegando a celebrarse varios Concilios. Introdujo el "Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo", como Trinidad Divina, y recuperó la antigua expresión ¡Aleluya!

Pero su gran legado fue el encargo y supervisión a su discípulo San Jerónimo de la traducción al latín de la Biblia, cuya obra sería conocida como "La Vulgata", texto oficial de la Iglesia durante siglos.

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