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La ventana

En la soledad del fin de ciclo

Dicen, y así se cree, que Caín mató a Abel por envidia. Por si hay alguien que no conoce esa historia, basta con decir que Caín y Abel eran hermanos, es decir, integrantes de la misma familia. Y es que desde siempre la humanidad ha vivido en familia, aunque en ocasiones esta forma de organización muestre una cara hostil entre sus integrantes.

Coincidiendo con las fiestas navideñas, fiestas esencialmente familiares, ha surgido la iniciativa de procurar compañía para estos días a las personas que viven solas. Existen ONGs, de sobra conocidas, que llevan años empeñadas en este fin. Ahora la idea ha calado en los ayuntamientos, al menos en algunos, entre los que podemos nombrar a Valdés, Navia o Cudillero dentro de esta comarca noroccidental.

No cabe más que aplaudir esta labor humanitaria, aunque haya voces que critican la celeridad de los regidores municipales en subirse al carro para hacerse su propia campaña con fondos públicos. Tampoco hay que olvidar que el año tiene 365 días y que nos enfrentamos a un problema estructural de la sociedad de nuestros días.

Hace tan solo unos pocos años, y sobre todo en los ambientes rurales, que son los dominantes en el occidente de Asturias, cada familia vivía al cobijo en una casa y allí convivían niños, jóvenes, adultos y ancianos. Los pocos que vivían solos, llegadas las fiestas de esta época u otras de la localidad, siempre tenían el ofrecimiento de los vecinos para compartir la celebración en otra casa próxima.

Hoy existen otras muchas formas de vivir en soledad. A muchos mayores, en el mejor de los casos, sus hijos los llevan con ellos a la ciudad y allí, entre cuatro paredes, pasan horas y horas entre suspiros, anhelando la fecha de volver al pueblo aunque sea por unos días. También están las residencias, con una demanda creciente, donde el ambiente reinante es el silencio y la resignación. Hay casos aun más desgarradores.

En los días de ocio, el paseo matinal es siempre un recurso fácil, y en él te encuentras sobre todo con gente joven, que son más resistentes a los rigores invernales, y los hallamos en grupo o en pareja, muy pocos son los solitarios; algunos van acompañados de sus hijos y más de perros, y son los menos los que se ven de paseo con los abuelos.

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