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El hotel Marina, icono modernista en Ribadesella

Un buque insignia del turismo local

Tres son los edificios que representan el gusto modernista o Art Nouveau en la Ribadesella de principios del siglo XX: el Teatro Divino Argüelles (1910), el chalet de los Marqueses de Argüelles (1911) y el hotel Marina (1912). Los dos primeros fueron diseñados por el arquitecto Juan Álvarez de Mendoza, lo cual nos hace pensar que el hotel también lo fuera. Los tres sufrieron radicales modificaciones en los años 60, aunque el Marina aún conserva buena parte del aire original. Es posiblemente el edificio más bello del ensanche y sin duda el más emblemático de la villa desde 1912. Pudo no haber existido si las autoridades hubieran seguido a rajatabla el "Plano de Nueva Población" dibujado en 1853 por el arquitecto Regoyos Molenillo, que fue quien realizó el plano por el que se había de regir la urbanización del ensanche, muy elogiada por los urbanistas. Y aunque se respetaron sus indicaciones, se introdujeron cambios. El más notorio fue el de la manzana del hotel, que en el plano estaba destinada a la nueva iglesia, pues la antigua, de un gótico más bien tosco, se veía escasa y pobre para una población creciente. Quizás por falta de fondos o por considerar la parcela muy estrecha, la iglesia no se construyó allí, sino al lado de la antigua.

Treinta años después de la redacción del plano, la prioridad municipal era eliminar obstáculos urbanos (edificaciones, cierres y huertos) para poder alinear las calles del ensanche, por lo que se necesitaba pagar las expropiaciones. Para recaudar fondos se dividió la parcela destinada a iglesia, se crearon nuevos solares y se trazó una travesía (bautizada en 1886 como "calle Nueva", después "Ramón y Cajal" y hoy "Ramón Soto"), que conectaba la vieja calle Infante (entonces calle del Correo o "calle de la Pelleja") con el muelle y además facilitaba la ordenación de la zona. Nacía así, al lado del puente de madera, una manzana edificable dividida en dos partes. La que lindaba con la calle Nueva fue comprada por Gabriel Núñez Sánchez, que construyó hacia 1899 un edificio de planta baja y una altura, aunque en los años 60 se levantó otra. En los pisos altos se abrió una fonda, "La Perla Cubana", precedente de la pensión "Mari Paz" y de la posterior "Varadero", de Ventura Román, y en los bajos se instalaron en 1900 Ramón Fernández Ruisánchez, regresado de Puerto Rico, que fundó "La Tienda Nueva", y Bartolomé Delgado, que abrió allí su primera barbería. La repatriación de capitales de Cuba y Puerto Rico y la construcción del puente de hierro habían reactivado fuertemente en 1898 los negocios riosellanos.

La otra parte de la manzana fue adquirida en 1892 por los hermanos Salvador, Benigno y José Blanco Junco, comerciantes locales que habían regresado de Cuba antes del Desastre. En las condiciones de compra constaba la obligación de dejar una parte para jardín, sin edificar. En julio de 1909 Benigno Blanco solicitó la licencia de obra y pidió que se le permitiera ocupar toda la parcela, "pues el edificio que proyecta, por su estética, ha de hermosear aquel punto más que un jardín", dice el acta. El Ayuntamiento accedió y quizá tuvo algo que ver que el alcalde entre junio y diciembre de 1909 fuera José Blanco, hermano de Benigno. El hotel se inauguró en 1912 con planta baja, dos pisos y un largo desván, invisible desde la calle pero que se asomaba al exterior por tres arquillos de noble aspecto y mucha filigrana que aumentaban la sensación monumental de la fachada. El Marina era el primer establecimiento de la villa (y uno de los pocos de la provincia) construido específicamente para hotel, con 24 habitaciones exteriores, varios cuartos de baño y timbres individuales. En la fábrica se utilizó cemento Portland, elaborado ya en Tudela Veguín.

No todo el edificio estaba destinado a hotel, pues la mitad trasera iba a alojar viviendas de alquiler, pero las dos mitades del edificio formaban un único conjunto en cuanto a su estética y aspecto, aunque la de viviendas tenía una planta rectangular y la de hotel tenía forma de cuña irregular, rematada en un chaflán. Tan apurada configuración era fruto de haber aprovechado la parcela edificando también sobre la parte destinada a jardín. La fachada "noble" iba en la parte del chaflán y estaba coronada por un pináculo neobarroco de piedra artificial, un material usado por los arquitectos modernistas para los adornos. El tímpano o pináculo, aún existente en la actualidad aunque integrado en el recrecido del edificio, era un auténtico icono de la Ribadesella de la "Belle Epòque", pues era lo primero que veían los viajeros de entonces. El motivo central representaba al "caduceo" de la mitología griega, la vara con la que Hermes separó a dos serpientes que luchaban. Mercurio (versión romana de Hermes) era el dios del comercio y de los viajeros, y su símbolo era una vara alada con dos serpientes, el emblema que Benigno Blanco eligió para presidir su edificio. En las fachadas laterales del edificio puso sus iniciales, "BB", aunque no lo explotó sino que lo vendió al indiano parragués José Hoyo, que se quedó con la parte de viviendas y cedió el hotel al emigrante regresado de Cuba (amén de poeta y escritor costumbrista) Guillermo González.

Si en la playa el negocio turístico lo controló la Marquesa de Argüelles, en la villa compitieron el desaparecido hotel Universo (en la Alameda) y el Marina, en la plaza de Mon, junto al puente de hierro, con vistas a la ría pero en una zona de mucho movimiento de carros, vehículos y el tren de vapor del puerto. La clientela iba más allá de la veraniega (entre la que destacaban el pintor Juan Martínez Abades, el periodista Mariano Zavala y las "primadonas" del teatro), pues fuera de temporada era el favorito de los viajeros y los viajantes de comercio. En la plaza de Mon fue donde se celebró la proclamación de la II República, con un discurso del futuro alcalde, Ramón Fernández Ruisánchez, desde un balcón del edificio. En 1937 él y todos los residentes de la casa recibieron la orden de desalojo, pues era el edificio más próximo al puente y los mandos militares republicanos querían disponibles esas habitaciones para cuando tuvieran que retirarse hacia Gijón.

En 1940 Guillermo González (a quien Franco le había retirado la licencia industrial en 1938 por su simpatía republicana) vendió el hotel Marina al sastre Rufino Llorente, que convirtió el hotel en viviendas de renta, instaló allí su taller y alquiló bajos a terceros. En 1952 fue adquirido por el indiano Luis Quesada Temprana y devuelto a los usos hoteleros, y en 1958 lo cedió a su hija Lidu, recién casada con Alberto Celorio, Tito. Ese año se acometió la primera reforma del hotel, en la que se eliminó el desván, se elevó una planta, se añadió un bajo cubierta de servicio y un restaurante. Se consolidaba así como mejor alojamiento de la villa y se involucraba en el lanzamiento de la marca "Costa Verde", una iniciativa pionera en la promoción del turismo asturiano.

En la reforma de 1970 se subió un piso más, hasta cuatro plantas, y se habilitó encima una terraza, un espacio de planchado y tres cuartos de servicio. La consecuencia más notable, además del aumento del volumen del edificio, era que el pináculo dejaba de sobresalir sobre el tejado y se integraba en la pared de la fachada, donde aún sigue, aunque ya sin airosidad y muy mermado en su poderío icónico. Otras transformaciones menos visibles eran la instalación de baños individuales, el ascensor y, tras la excavación del suelo, el desdoblamiento del piso bajo en dos niveles para habilitar comedor y cocina en el superior y una sala de estar en el inferior, por debajo de la rasante de la calle. Y la reforma se completó con el alquiler a Antonio Molledo de la segunda planta del edificio anexo al hotel, pudiendo habilitarse en él 12 habitaciones, desaparecidas actualmente.

Tito Celorio y Lidu Quesada vivieron en el propio hotel, donde nacieron sus cuatro hijos, y lo mantuvieron como buque insignia del turismo en la villa, reforzado con la apertura en los años 90 del elegante café La Bohemia. Los salones del hotel ofrecieron un espacio de encuentros para la democracia en la Transición, durante la que Tito se reveló como el líder local del liberalismo, y también en los años 90, cuando se creó allí, y bajo sus auspicios, la tertulia "El Palique", fuente de valiosas aportaciones sociales para la villa. Tito falleció en 1997 y Lidu en 2015, por lo que la gestión del hotel pasó a manos de su hijo varón, Luis Alberto, que falleció prematuramente en 2017, a los 52 años, lo que motivó que quedara todo en manos de su esposa, Sultan Erden, y a nombre de sus hijos Gabriela y Mario. El hotel, que actualmente necesita reformas importantes (como cualquier establecimiento de su edad), fue durante décadas el paradigma de la hotelería de la comarca y hoy es el decano del gremio. Todo empezó hace más de un siglo, el año en que visitaron la villa Alfonso XIII y Manuel Fernández Juncos.

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