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El Puentón

Turismo rural

Los inconvenientes de descansar en un pueblo

Ahora que se ha puesto tan en boga el tema del turismo rural y la convivencia con sus gentes, con los paisanos y paisanas, me viene a la memoria una experiencia de hace tiempo en un hotel en Cangas de Onís. Y la cuento para que sepan cómo anda el asunto, pese a lo que ha llovido desde entonces, cuando alguien pretende disfrutar del sosiego y la tranquilidad del medio rural en Asturias. Aconteció allá por la década de los 90. Por mediación de unos clientes que estaban hospedados desde hacía días en el citado hotel, en plena temporada alta, hubo que encontrarles un hueco a otros amigos suyos.

Pues, bien, tras hacer malabarismos en el planning en aquellas fechas y merced a la insistencia de los clientes ya establecidos, se accedió a acomodarles en una habitación triple. Aceptaron una habitación con tres camas con vistas al río Sella para pasar, en un principio, dos o tres noches. Nada más llegaron, la cosa comenzó a ponerse algo chunga.

El hotel linda con la ribera del Sella y las noches calurosas anima a abrir las ventanas. En esa época apretaba de los suyo la meteorología, tórridas eran las noches y por ese motivo, sin importarles un pimiento la diosa Naturaleza, los clientes pasaron buena parte de la madrugada con los ventanales bien aireados y las luces de la habitación prendidas. La sorpresa llegó a la mañana siguiente cuando exigen a la recepcionista el libro de reclamaciones para presentar una denuncia: no pudieron dormir al tener la habitación llena de mosquitos. No querían entrar en razones cuando les argumentaron que era lógico que los hubiera en una noche de mucho bochorno, con las ventanas abiertas y las luces encendidas. La chica de encargada de la recepción constató que la factura estaba abonada. Antes de marcharse, enojados, ofrecen un "pacto": retirarían la denuncia si no se les cobraba la estancia. Hubo negativa por parte del hotel y el trámite siguió su curso. Meses después llegó la inspección y el dilema acabó archivándose, sin ningún tipo de sanción contra el establecimiento. ¿Pícaros o jetas? Igual da. Buscaban turismo rural a precio de coacción. La excusa para no pagar eran los mosquitos.

Hoy en día, parece que se acrecientan las molestias en lo que concierne a convivencia entre turismo en zonas rurales, en las aldeas, y sus gentes, sus residentes habituales. Que si los perros ladran, que si hay cuchu, que si moscas y mosquitos, que se las pitas molestan, que si las cabras dan hedor, que si los caballos cagan en cualquier caleya, que si las vacas dan patadas cuando las molestan...

Una cosa es cumplir las reglas, dentro de la normalidad y legalidad, y otra cosa bien distinta es buscarse malos rollos y conflictos vecinales. Convivir en el medio rural es compatible con un tipo de turismo que busca tranquilidad, alejado del bullicio de las grandes urbes y del consiguiente estrés. Poner peros a todo cuanto se topa en un pueblo ya es otra cosa, bien distinta.

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