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Con vistas al Naranco

Entre libros con Forges y Obiols de fondo

La simbología de los volúmenes en papel

Hay una viñeta de Forges, por cierto directivo fundador de la Asociación de Amigos del Sahara, en la que un policía, registrando a un individuo brazos en alto, exclama el hallazgo de ¡un libro!

En la biblioteca de la Modelo de Barcelona, donde mi admirado amigo Raimon Obiols pasó alguna temporada, había en la pared memorable consigna: "Ha aguzado tu lengua el despecho. ¡Cállate!". Era exhibición reveladora de la autocracia que imponía resentimiento a los presos. Xirinachs, el "prosiga el mosén" del celano semiótico exabrupto, hizo plante notable en el exterior de aquellos siniestros muros.

Ignoro cuál es el origen por el que la hermana Bochum tiene un libro en su escudo. Sólo sé que cuando recibimos en las consistoriales a Pérez de Cuéllar, el entonces secretario general de la ONU, me llamó la atención sobre la feliz idea ilustrada de la querida ciudad del Ruhr. Algún antecedente en la República de Maquiavelo, que idolatra diosa con libro. En esa Florencia, Eloína y yo conocimos al poeta Juan Gelman, tributario de la increíble ciudad, que inspiró el verso: "Gracias te sean dadas ojos míos".

El universal Nicolás de Maquiavelo, que se viste de gala para escribir vespertinamente en su despacho casero, surge en república de terciopelo rojo, tipo montaje E. Sagi / Visconti / Hitchcock, donde pinta el gran Miguel Ángel o, siglos antes, Dante escapaba al infierno circular de ese mismo color. El icono no ostenta espada ni balanza, es ¡un libro! En la televisión unicanal española había espacio para salivoso e incómodo monólogo, "Tengo un libro en las manos", que conducía Luis de Sosa, aburrido académico. Félix Lasheras, al presentar "No somos muebles de clickea", de José Ramón Chaves, evocaba la amistad con Le Boétie y la torre en la que el mismo Montaigne hilaba pensamientos para que los rumiáramos todavía hoy. Chaves da expresivo subtítulo, "Cómo montarse una vida feliz y sana en tiempos revueltos". Antoni de Senillosa resumía con gracejo la noche del 23-F: "Aprecié enseguida que los golpistas no gustaban de la letra escrita".

Tal la viñeta, Eloína y yo, acompañados de Pepe Girón y Cheni Uría, padecimos, en el fronterizo barojiano Bidasoa, decomiso de dos títulos de Ruedo Ibérico. Éramos víctimas de represión política y desdén libresco.

Chiste muy serio para hallazgo inesperado: ¡Lengua y manos quietas!, ¡un libro!

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