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Crítica / Teatro

Paz, amor y Campoamor

Un anticipo de las visitas al santuario ovetense del arte y el espectáculo de la mano de "Factoría Norte"

Si el esfuerzo por llevar el teatro a todos los ámbitos y sacarlo de los estrechos límites del teatro a la italiana es meritorio, tan pertinente o más resulta la iniciativa contraria, acercar al espectador a las entrañas del teatro, entendido como edificio o receptáculo de sueños y fantasías. Continente y contenido se fusionan en las artes escénicas, determinadas siempre por el aquí y el ahora y el espacio en el que se representan. Oviedo tiene uno de los teatros más bellos de España y lo sabe, y está bien que haga gala de ello sumándose a la feliz empresa de mostrarlo, tal y como ya hizo el año pasado con motivo de su 125 aniversario, primero con una incursión muy afortunada de Taller 3 y después con "Factoría Norte", inaugurando así esta versión de visitas con una trama teatralizada que supone un atractivo turístico importante y que va por su segunda edición.

El objetivo es dar a conocer la historia del coliseo con una didáctica apuntalada en tres elementos: el propio Ramón de Campoamor que ejerce de maestro de ceremonias -Monchi para los amigos-, "El sueño de una noche de verano" de Shakespeare y el hippismo, vinculado a la efeméride de mayo del 68. Aunque de manera anecdótica, porque paradójicamente el espíritu sesentayochista combatió el teatro burgués y los espacios a la italiana, y no deja de ser otra curiosidad más el recordar que fue precisamente en este escenario donde a mediados de los 70 y en 1981, los carbayones pudieron ver al neoyorquino "Living theatre", el grupo contracultural más emblemático y consecuente, empeñado en que la revolución artística no se quedase en una mera estética, sino que contaminase también la vida. Pero esa es otra historia.

El recorrido por los lugares más emblemáticos del edificio comenzó con un brindis sorpresa a cargo del concejal de Cultura, Roberto Sánchez Ramos, Rivi, y Carmen Gallo, directora de Factoría Norte, que cumple 20 años sobre las tablas y que recibió el homenaje del Ayuntamiento de Oviedo, que lo hizo extensivo a todas las compañías profesionales asturianas.

Borja Roces encarnó con gracejo y soltura a un Ramón de Campoamor, que secundado por unos clownescos ayudantes hippies nos relató los hitos más señalados de la historia de este teatro, inaugurado en 1892, bautizado por Clarín en honor del poeta naviego y símbolo del ascenso de una burguesía que necesitaba un espacio acorde a sus intereses y expectativas. El hall de entrada, el busto de Don Ramón, el Salón de Té con el magnífico mural de Germán Madroñero "Guernica de consumo", y hasta el escenario, donde escuchamos en off la voz aniñada del propio teatro, encantado de mostrarnos sus "partes", constituyen algunas de las escalas decisivas de este viaje.

La visita está aderezada por atractivos complementos musicales muy bien interpretados por Paula Mata, Ana Morán y Sheila Montes, que demuestran una vez más lo completas y versátiles que son las actrices asturianas, acompañadas al piano por Cristina Montull. Escenas de celos entre Oberón y Titania trufadas por intermedios operísticos en los que brilla la voz de Paula. El eurovisivo "La, la, la" de Massiel convertido en homenaje a los dramaturgos, guiños a los Premios "Princesa", al grupo "Margen", a la escasez de presupuestos para la cultura, al AVE que no llega... etc. Y como despedida y cierre una divertida versión de "Píramo y Tisbe" a lo culebrón mexicano con apoteósico broche final al son del mantra sesentayochista "sed realistas, pedid lo imposible" y todos coreando el "Let the Sunshine in" del musical "Hair".

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