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Crítica / Danza

Un esquemático "Noé"

El Ballet de Biarritz deja una obra correcta con música de Rossini en la que la historia no se cuenta, se esboza, dando pie a una exploración alegórica

El Ballet de Biarritz abrió el Festival de Danza de Oviedo con "Noé" una producción estrenada en 2017 sobre el conocido relato del Génesis en una versión muy personal de Thierry Malandain. La pieza, concebida como una idea, sobresale por su abstracción y simbolismo con una puesta en escena minimalista. No aparecen animales ni el arca. La escenografía se desarrolla en un espacio neutro y se compone únicamente de unas cortinas de flecos azul turquesa -emulando agua- que rodean todo el escenario. Éstas suben y bajan según se desarrolla el diluvio. Sobre el suelo, casi al fondo del escenario, una simple tarima que se convierte en base o cuartel general de la cual salen y regresan los bailarines (nueve hombres y nueve mujeres) durante toda la función.

Más que contar una historia, se esboza. El coreógrafo crea un juego de sugerencias en una, a veces, compleja y confusa realización. No hay un relato explícito sino una exploración del tema que expone de forma alegórica el nacimiento de un mundo nuevo o una segunda creación. Esta vez el nuevo Adán no surge de la tierra sino del agua en una ruptura y renacer de la Humanidad. El espectador puede imaginar libremente todo lo que desea encontrar en esta esquemática realización que crea un espacio metafísico en el que no es fácil identificar o seguir a los personajes.

La música que envuelve a la representación es la "Misa de Gloria" de Rossini, otorgándole un toque ritual y litúrgico con cierto fervor operístico. La coreografía se expresa por medio de la danza moderna y el lenguaje gestual.

Destacan algunos dúos y tríos aunque básicamente es un trabajo coral. En ocasiones se forman agrupaciones que caminan desconcertadas como autómatas arrastrando los pies y gesticulando con las cabezas. Pero el movimiento que se convierte en leitmotiv es cuando forman filas y ejecutan el efecto dominó o reacción en cadena. Hay intricados episodios entre Noé y otros protagonistas, incluidos sus hijos Sem, Cam y Jafet. Otras escenas nos llevan a distintos cosmos en el que los bailarines aparecen con ajustados trajes de color carne, implicando la desnudez, para aparentar aquel Paraíso en el que vemos a Adán y Eva. Al principio y al final se personifican enfrentamientos entre Caín y Abel en el que el primero mata a su hermano. Hay un breve dúo con un bailarín vestido de negro y una bailarina de blanco encarnando al cuervo y la paloma dos figuras emblemáticas de este relato bíblico. El espectáculo se mantiene en ese limbo de obra correcta sin más.

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