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Crítica / Música

Nott, el viaje a través de Mahler

El gran rendimiento de la Joven Orquesta bajo la batuta del director británico

Las sinfonías de Mahler, y la Nº 3 en re menor no iba a ser distinta, tienen escondidas en sus entrañas un trasfondo espiritual muy potente, un torbellino de sentimientos plasmados a través de ideas musicales que confieren a sus composiciones ese halo abigarrado y transcendental. Todo ello a pesar de que el propio Mahler se empeñó en defender de cara a la galería que su corpus sinfónico se adhería al concepto más clásico de la música absoluta, en el que es la propia música la que concentra en sí misma cualquier significado que se quiera buscar y no hay un programa externo que guíe al oyente y describa lo que debe oír. El compositor austriaco da en un primer momento títulos a cada uno de los seis movimientos que constituyen esta, pero decidió eliminarlos finalmente.

El director británico Jonathan Nott, en cuya trayectoria artística Mahler ocupa un lugar muy importante desempeñó un liderazgo al frente de la Joven Orquesta Gustav Mahler del que dependió en gran medida el éxito de su actuación en el Auditorio. Nott conoce la partitura a la perfección y fue un verdadero guía para la agrupación, no sólo a la hora de marcar entradas, sino también al aportar interesantes ideas en materia de interpretación. El británico prometía un viaje a través de la personalidad Mahleriana, y eso fue exactamente lo que ofreció el pasado domingo en el Auditorio.

Mención especial merece la sección de ocho trompas que hace famosa esta obra y aparece en el primer movimiento de la sinfonía. Su intervención fue limpia en ataques y muy precisa en lo que a la afinación se refiere, algo que, aunque pueda no parecerlo, entraña gran dificultad. Si bien este movimiento inicial prometía una interpretación ideal, a medida que la larga sinfonía transcurría y el cansancio empezaba a asomar surgieron algunos problemas en los metales que varios compases antes habrían parecido impensables. Sin embargo, esto no disolvió la entrega de los músicos ni la emoción del público. Es más, es de justicia apuntar el alto nivel artístico de las secciones de cuerda y maderas, de quienes dependió en gran medida la compacta imagen de conjunto que ofrecieron en Oviedo muy bien empastada. En especial, la cuerda, cuya intervención en el movimiento lento final fue emocionante por la expresividad que tanto los jóvenes músicos como Nott consiguieron arrancar a la partitura.

Con la llegada del cuarto movimiento, que introduce un fragmento de "Así habló Zaratustra" de Nietzsche, se produjo uno de los momentos cumbres de la noche. Con él llegó también la intervención de la mezzo de origen ruso Elena Zhidkova, que está desarrollando una potente carrera por los teatros españoles. Su voz, carnosa, con un registro central muy cómodo y de gran belleza fue otro de los alicientes de esta sinfonía.

Pero el público esperaba aún con más énfasis la intervención del coro infantil de la Fundación Princesa de Asturias, que estaba situado en el balcón superior del escenario, del modo en el que el compositor deja constancia en su obra, y la participación de la sección femenina del coro adulto. Más que correcta fue la actuación de las dos agrupaciones vocales en conjunto con la solista y la orquesta en una unión magnífica que produjo con gran efectismo la disociación espacial que Mahler buscó en este punto de su obra.

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