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La mar de Oviedo

Amapolas anaranjadas

En Cádiz llueve más que en Asturias. Esta Semana Santa, entre tormentas, tras solicitar permiso meses antes, entré por El Bosque al Parque de Grazalema, pasé Benamahoma, subí al Campo de las Encinas y desde ahí por sendero de aúpa salvé más de 800 metros de desnivel, entre sauces, olmos, álamos, encinas, alcornoques, quejigos y pinos pinsapo, hasta descollar en la cumbre del Torreón, el pico más alto de la provincia gaditana, mirador de Sevilla, Málaga, Granada, Cádiz hasta la Bahía, el Estrecho de Gibraltar y África; también vi moros en la costa. ¡Cuánto vi entre rayo y rayo!, salvo junio, aún lejos, donde florecen las amapolas anaranjadas. Pero hoy no hablaré de partidos políticos, ni siquiera de la Cruz de los Ángeles, que brota de mi mochila en todas las ocasiones; hoy es día para la reflexión, la gimnasia del alma, y voto a Ida Vitale: "Qué pocas cosas tiene este callado mundo, más allá de mis Cosas".

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