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El Otero

Oviedo en unas líneas

Un resumen del espíritu de la ciudad

Acudí a ver hace unos días "Mientras dure la guerra", la última película de Amenábar. No pretendo hacer crítica alguna de la película. Pero sí incentivó mi curiosidad y me dio pie a conocer algo más sobre la vida de Miguel de Unamuno y, releyendo alguno de sus textos encontré una mención de Unamuno sobre lo que, a fin de cuentas, nos concita cada semana: Oviedo que, como decía Canella "¡es mucho Oviedo este Oviedo!". Pues bien, escribe don Miguel: "¡Qué casonas reumáticas / con casacas de piedra / trencilladas de hierro, / en obrado embozadas, / y un cielo de plata / donde expira, ahusándose, / la torre de la Catedral!". Y no hizo falta más para encender la mecha de la curiosidad y preguntarme qué habrían dicho sobre Oviedo otros escritores. Y empiezo esa labor inquisitiva y me sorprende lo mucho que se ha dicho de esta ciudad desde sus albores hasta la actualidad. No son pocos los viajeros que a lo largo de los siglos dejaron por escrito sus impresiones. Numerosos los escritores que se refirieron a ella, incluso poniendo la urbe como escenario de sus novelas.

Recopilar tantas referencias me temo que convertirían estas líneas en algo demasiado prolijo. Así que vamos a obviarlas; a fin de cuentas, somos muchos los que en las diarias conversaciones, en algún momento, tenemos a Oviedo como telón de fondo. Y cada uno -estoy seguro- tendrá, al igual que los numerosos viajeros que testimoniaron su paso por la ciudad, su propia impresión. Su propia definición. Su propia opinión. ¿Se atrevería, amigo lector que lee desde el otro lado de esta ventana, a dar ahora mismo su propia descripción de Oviedo?

"Oviedo, como cualquier ciudad, es una suma de entes, un caleidoscopio, una galaxia urbana, un enjambre social, un conglomerado: un todo, cuya definición será siempre incompleta, partidista, parcial, subjetiva, intencionada, informal, controvertida, cismática?, mercenaria, restrictiva, particular, nebulosa, insumisa, divergente?, ingrávida? Oviedo, la bien, la mal, la muy novelada, la ciudad, se dice, que atrajo sobre sí una más copiosa y valiosa atención literaria, la población española, dicen, que disfruta de una más abundante bibliografía, la muy no-ble, la muy leal, benemérita, invicta, heroica y buena ciudad de Oviedo es, por todo ello, un endiablado asunto al que la rectitud de conciencia y el cabal conocimiento del mundo circundante -es decir, la humildad y el realismo- aconsejan enfrentarse con docilidad, neutralidad, magnanimidad, laboriosidad? y sindéresis." Quien esto tan bien escribe, que me sirve en cierta forma de epílogo a estas líneas dispersas, es Evaristo Arce, autor de uno de los libros esenciales de esa caudalosa bibliografía local: "Oviedo y los ovetenses". Poco más se podría añadir. Cada semana acudo a esta cita -al menos lo intento- con un único interés: hablar del Oviedo que fue y del que pudo ser. Del Oviedo que es. Del Oviedo soñado. Del Oviedo de todos. Ese Oviedo cercano. De andar por casa. Una ciudad en blanco y negro y, a la vez, en multicolor. Un Oviedo que nos duele y nos hace felices. Una ciudad contradictoria, pero maravillosa. Ya lo decía Arce: "El caso es hablar de Oviedo, escribir de Oviedo. Esa es la cuestión".

Y todo esto, ya ven, gracias a Unamuno.

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