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Crítica / Música

La calma y la tormenta

El notable rendimiento de Lucía Marín al frente de Oviedo Filarmonía

El concierto doce más uno de la Sociedad Filarmónica de Oviedo en este año natural 2019, contaba con el atractivo de reunir sobre el escenario a la orquesta Oviedo Filarmonía y a la directora Lucía Marín. Pese a su sosegada apariencia, la jienense se reveló en la noche del miércoles como una directora de gran carácter, ideas muy claras y gestualidad cristalina.

En la sinfonía nº 5 de Schubert se pudo percibir a una Oviedo Filarmonía muy sólida y equilibrada, haciendo gala de un sonido muy cuidado. El segundo movimiento sobresalió por la serenidad que el tándem directora-orquesta supo imprimir a la ejecución, en un número de gran belleza y simplicidad, teñido de la característica nostalgia schubertiana.

Pero sería en los dos últimos movimientos donde más destacarían. En el "menuetto", de marcada impronta mozartiana, se vio a una Marín especialmente cómoda, atreviéndose con un enriquecedor y efectista juego de matices y dinámicas al que contribuyó el carácter enérgico del número. Estas características se hicieron extensibles al "allegro vivace", con una cuerda de sonoridad brillante y un final lleno de vitalidad, siempre bajo el dominio de Marín, ajustando bien los tempi y manejando el fraseo con delicadeza y habilidad.

La segunda parte estaba reservada al romanticismo de Dvorak mediante su octava sinfonía, una obra rebosante de motivos y melodías del folclore tradicional Bohemio que tanto amaba el compositor checo y, en la que, a pesar de contar con una orquesta más reforzada para encarar este repertorio romántico, y del controlado volumen sonoro que la directora jienense subordinó a la expresividad, seguramente habrían sido necesarios más efectivos, aunque somos conscientes de las limitaciones del espacio escénico.

Marín supo acomodar la orquesta al aire de danza del tercer movimiento con ligereza y dar rienda suelta a la agrupación en el cuarto, para enfatizar los dramáticos instantes de la obra de Dvorak, con una mayor presencia de los metales y la percusión, sabiendo explotar con pericia la dualidad tensión-relajación del sistema tonal. Solamente un par de finales de frase abandonados prematuramente restaron para redondear el concierto; un hecho que enfatiza el altísimo nivel al que lleva rindiendo la orquesta ovetense desde hace ya bastantes meses.

En definitiva, una agradable velada musical en la que sus protagonistas, la OFIL y Lucía Marín, se mostraron muy seguras y concentradas, sabiendo contagiar a los asistentes con pasión y entusiasmo los resultados de una vida consagrada a la música.

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