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Nuevo nihilismo: el desierto del miedo

La crisis existencial de la sociedad actual

El nihilismo es uno de los rasgos fundamentales de nuestro tiempo. Heidegger decía que era "la esencia de nuestra historia occidental". Ya hace tiempo que hemos estrenando siglo, y más que dejar atrás algo acabado, nos hemos lanzado por una senda que no parece tener claro hacia dónde se encamina. Todo está en crisis, el desierto sigue creciendo, como denunciaba Nietzsche. Nada se sostiene.

Es clarificador analizar el lenguaje que cerraba un siglo y parece perpetuarse en el presente. Se habla de post-cristianismo, post-moralismo, post-ideología, post-verdad; todo lo que parecía seguro se ha desmoronado. Lejos quedan las soflamas de la "muerte de Dios", o el "final de la historia", o el "ocaso del progreso", o la "crisis de la razón"; hoy ha muerto la verdad, nos hemos quedado sin certezas, sin suelo firme que nos permita hablar de futuro; todo parece desvanecerse: conceptos, valores, principios e ideales.

Cuando miras a tu alrededor y descubres que los políticos se han instalado en la mentira arrojadiza como estrategia, que los medios se han vendido a la performance del espectáculo, que los ciudadanos vendemos la libertad por un mendrugo limosnero, se produce una sensación de vacío que se traduce en desorientación y sinsentido, el signo más palpable de una época decadente. La vida tiene sus noches en las que se nos invita a buscar luz, sentido y orientación.

La caída de las grandes ideas, sistemas y creencias en las que, tal vez, buscaba una falsa seguridad, le obliga al hombre de hoy a colocarse de nuevo ante el misterio de la existencia desde su debilidad radical. Y como le faltan apoyaturas humanas y certezas transcendentes, como dice E. Galeano: "Habitamos un mundo gobernado por el miedo, el miedo manda, el poder come miedo, ¿qué sería del poder sin el miedo? Sin el miedo que el propio poder genera para perpetuarse".

La vida está cada vez más difícil o, al menos, así lo percibe mucha gente que se siente amenazada de muchas maneras y no ve claro el futuro.

En nuestra sociedad hay miedo. Y no se trata sólo de pequeñas o grandes amenazas. El miedo social es algo más profundo. Es la impresión casi imperceptible, pero real, de que las instituciones sociales, políticas y económicas no son capaces de resolver los problemas actuales.

Un miedo con muchos rostros. Hay quienes sienten necesidad de lanzarse a una vida de divertimiento que les permita olvidar los problemas de cada día.

Hay quienes caen en la pasividad, la resignación, se sienten dominados por una sensación de impotencia, al tener muy pocas posibilidades en una sociedad tan sometida al interés de los privilegiados.

Otros, acobardados ante el riesgo que supone una mayor libertad social, desean y se abandonan en las nuevas oligarquías y anhelan un Estado fuerte, defensor de un orden rígido y seguro.

Los hay incluso que tienen miedo a la propia vida, se la han encontrado y les falta el manual de instrucciones.

El miedo hace imposible la construcción de una sociedad más humana. Pero la superación del miedo no es sólo ni principalmente cuestión de voluntad, ni de simples decisiones políticas, ni de vanas creencias, ni de paraísos consumistas, ni de placenteras vacaciones. El hombre necesita descubrir una esperanza definitiva y una fuerza que dé sentido a su luchar diario. Necesita encontrar un principio perenne de nuevas posibilidades, una razón para vivir, incluso una confianza para morir.

Con palabras de Galeano: "Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo. Y los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo. La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir. Las armas tienen miedo a la falta de guerra. Es el tiempo del miedo Miedo a lo que fue. Miedo a lo que será. Miedo de morir. Miedo de vivir"

O tal vez sea el momento del "no tengáis miedo", de la esperanza, de una nueva verdad, de una nueva razón teñida con una nueva fe. ¡Tal vez!

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