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LA BOMBA DEL FONTÁN

¡Venga ya!

Escepticismo ante los avances que promete la inteligencia artificial

"Pedimos Max Frisch.

Después de conseguir sacar la cabeza y el palmito intactos (al menos en apariencia) del sufrido encierro involuntario, resulta que uno se encuentra que no todo ese periodo primaveral ha resultado baldío. Una vez repuestos, en parte, del trance y desde hace unas fechas, venimos asistiendo a una cadena de sobreinformación por parte de expertos y divulgadores de la Inteligencia Artificial, encaminadas a tomar conciencia de cómo enfrentarnos a la llamada "nueva normalidad". Fuentes interesadas aseguran que hemos conseguido salir del limbo informático en el que nos manteníamos aletargados; vamos, lograr traspasar el umbral hacia la era digital. "El mundo ha experimentado un espectacular acelerón digital. Hemos avanzado en ese tiempo lo que habríamos necesitado varios años". De algo parecido ya nos habían advertido en 1894 el maestro Tomás Bretón y Ricardo de la Vega : "Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad... ¡Es una brutalidad! ¡Es una bestialidad!" en "La Verbena de la Paloma" .

El pasado 4 de junio y en este mismo diario, dos altas ejecutivas, ambas asturianas, con puestos relevantes en los gigantes mundiales de internet, nos ampliaron detalles sobre el extraordinario futuro tecnológico que nos espera, así: "El teletrabajo llegó para quedarse. Primará el talento sobre el género, color de piel o ideología. El espacio y el tiempo dejarán de ser determinantes. Aprenderemos idiomas durante el sueño". Hasta puede que se consiga que los bebés vengan de París; en fin, una extensa panoplia de maravillas al servicio del orbe. Personalmente, lo que más llamó mi atención fue lo de "escuchar con la piel o escribir con la mente, están mucho más cerca de lo que pensamos". Bueno, en cierta manera no parece irrealizable pues desde hace un tiempo a esta parte ya se conocen cantidad de humanos que piensan con el culo, la espalda o los pies, y también los hay que hablan por los codos.

Cyborg es el acrónimo de una persona humana que porta en su organismo una serie de dispositivos tecnológicos: antenas y chips en el cerebro, electrodos bajo la piel, sensores en las extremidades, un procesador de datos adosado en la espalda y un largo etcétera, todo para conseguir emular una vida virtual. Premonitorio paso de lo que podría llegar a convertirse en obedientes androides o replicantes carentes de sentimientos y placeres. Quizás fuera aconsejable reducir la velocidad expansiva o pararse a reflexionar. Pero es que, además, se da la paradoja de que casi 4.000 millones de la población mundial (más de la mitad), no conoce o no tiene internet. En el país donde se pergeñan estos logros, EEUU, 4 de cada 10 personas no dispone de banda ancha. Por tanto les queda abundante caudal humano donde continuar encoñando a los pulgarcitos (millennials), sus clientes preferenciales.

Que hagan todo lo que tengan que hacer, pero mis partes que no me las toquen, existen suficientes razones vitales para seguir existiendo tal como me crearon, no vaya a ser que a estas alturas del camino vayamos a confundir las tetas con las témporas. Parece cosa obvia pero más claro lo dijo el sabio: "Lo único e incuestionable que se saca de esta vida, es lo que se mete".

Llegados hasta aquí, la verdadera realidad tangible y constatable es que a día de hoy vivimos enmascarados y nos lavamos con agua bendita ¿Hasta cuándo?

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