La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Una gran oportunidad para Oviedo

La ciudad, ante la carrera para lograr un nuevo reconocimiento por parte de la Unesco

El acuerdo del Pleno municipal para promover la declaración de Oviedo como Patrimonio de la Humanidad es, sin duda, una gran noticia para la ciudad. Lograr el título es tarea casi imposible, pero el camino que hay que recorrer hasta ese examen final en el que la candidatura sea aceptada o rechazada, es ya en sí mismo un gran beneficio para Oviedo y para los ovetenses. Lo escribía muy claramente el jueves Chus Neira: "Con título, o sin título, el recorrido, antes que el destino, habrá merecido la pena".

Tuve la fortuna de coordinar el equipo que preparó la candidatura de Oviedo a Capital Europea de la Cultura y, aunque es una aspiración completamente diferente a la de Patrimonio de la Humanidad, esa expectativa generó un clima de ilusión, unidad e imaginación que dinamizó la ciudad. En aquella ocasión fue una intensa carrera de sólo seis meses, con muchas limitaciones presupuestarias y frente a una situación política que actuaba como un lastre, tanto en Asturias (el problema de siempre: si es bueno para Oviedo, hay que meter a Gijón, Avilés?) como en España (el Gobierno de Zapatero ya tenía a San Sebastián como preferida). Al final no se consiguió, pero mereció la pena sólo por el hecho de ver a todos los grupos políticos municipales (siempre enfrentados) y al exalcalde Masip -nada amigo de Gabino de Lorenzo- defendiendo juntos y con convicción un proyecto que se sustentó en el apoyo y la colaboración de los cientos de asociaciones, grupos y personas que hicieron posibles miles de actividades en toda la ciudad.

El reto ahora es distinto y mucho más importante. No estamos hablando de seis meses, sino de años, lo que permite construir un calendario propio para ajustar proyectos, obras e iniciativas con las que fortalecer las opciones. La capitalidad europea era un compromiso de imaginación, de ideas a realizar en los cinco años previos a 2016 partiendo de la realidad cultural de Oviedo; aspirar a ser Patrimonio de la Humanidad es más concreto, más real, porque requiere que buena parte del trabajo esté hecho ya cuando la candidatura se formalice. Por eso, es una oportunidad única para construir un proyecto de ciudad, un relato de ciudad, que concite la colaboración y la implicación de todos en un objetivo común. Bajo el amparo de esta candidatura se puede, y se debe, conseguir que el Estado, el Principado y el propio Ayuntamiento colaboren e inviertan en mantener, mejorar y dotar nuestro patrimonio histórico y nuestras necesidades de ciudad y que se resuelvan asignaturas pendientes que llevan años sometidas a la inútil tendencia al debate, (el Martillo de Santa Ana es un buen ejemplo), de la sociedad ovetense, tan proclive a criticar las ideas ajenas como a no hacer nada para mejorarlas o proponer alternativas.

No va a ser fácil, y no precisamente por la tremenda dificultad de superar los filtros de la Unesco. Nuestro mayor enemigo siempre está en casa por la eterna resistencia al reconocimiento de la capitalidad de Oviedo y por la falta de compromiso de la izquierda con esta ciudad. Casi al día siguiente del acuerdo plenario -con la abstención del PSOE-, ya surgieron las voces habituales pidiendo que en vez de una opción de Oviedo se planteara una propuesta metropolitana con Avilés y Gijón. Cuando otras ciudades y villas asturianas plantean algo bueno, es de cada una de ellas; cuando lo hace Oviedo, hay un grupo de profesionales del metropolitanismo -que es la expresión del virus anti-Oviedo- que siempre plantean que sea para todos. Es la concepción más perversa del localismo: lo de Gijón o Avilés es de Gijón o Avilés, pero lo de Oviedo es de todos. Afortunadamente, parece que se trató de un desvarío pasajero de los de siempre porque en una semana no ha tenido continuidad. Aunque no hay que bajar la guardia.

Lo de la falta de compromiso de la izquierda es más persistente y resistente. No va a ser fácil conseguir que el Estado y el Principado colaboren y paguen su deuda histórica con Oviedo y, sin esa implicación, esta iniciativa carece de horizontes mínimamente realistas, aunque sí los tiene en el plano político porque, en la historia reciente, los mayores réditos se consiguieron luchando contra el "cerco a Oviedo".

Estamos ante tres, cuatro o cinco años -la prisa en este tema no aporta nada- para convertir a Oviedo en una ciudad Patrimonio de la Humanidad, aunque, al final, sea sin el título oficial de la Unesco. El destino, el objetivo, debe ser, más que el título, poner en valor realmente nuestro patrimonio histórico, realizar las obras pendientes en el Oviedo histórico, ejecutar un proyecto de ciudad que abra nuevos horizontes, lograr la implicación de cuantos más mejor para lograr hacer esa operación tan difícil por estos lares que es sumar... A esta ciudad siempre le ha ido bien cuando se plantean retos que la reconozcan y la mejoren y, sin duda, estamos ante uno de ellos. Con la fortuna añadida de que, sin lograr el título, podemos conseguir el premio.

Compartir el artículo

stats