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DIÁLOGOS MATEÍNOS

No hay traca final

Una despedida a cielo abierto

El policía que vigila nuestro calabozo nos ha traído un ejemplar de LA NUEVA ESPAÑA que recoge en primera plana nuestro espectacular aterrizaje junto a la gorda de la Escandalera. El compadre aparece en la foto de portada, dentro ya del coche patrulla, haciendo la señal de la victoria con una serpentina rosa enredada en su pelo.

-Somos héroes. La ciudad está volcada con nosotros.

-Y ese es el motivo por el que no nos dejan salir de prisión -le respondo con acritud.

-Es natural que les preocupe que nuestra presencia en la calle provoque un motín mateíno. Las brasileñas siguen bailando samba en la puerta de la comisaría.

-Encerrados como medida de prevención sanitaria...

-No te quejes, hombre. Vale que nos hemos perdido la noche del sábado, los conciertos de Rozalén y del violinista peludo. Pero al menos nos han traído el bollu para comérnoslo aquí, y una botellina de vino de Cangas para compartir. Si lo hubiésemos ido a comer al Campo nos habrían multado por hacer botellón.

Levanto la cabeza. Mi amigo consigue enfadarme cada día que compartimos, pero de repente dice una frase que hace que nuestras carcajadas retumben incluso en los muros abovedados de la cárcel.

Hasta que oímos abrirse los pestillos de nuestra celda.

-Ustedes dos, pajaritos. Ya pueden marcharse. El alcalde considera que ya no suponen un peligro para la ciudad. Les ha indultado.

Así que volvemos a las calles desiertas y nos ponemos a caminar sin rumbo.

-Contigo es imposible aburrirse -le confieso a mi amigo con el corazón en la mano-.Hemos ido a conciertos, desfilado en América en Asturias, comido un gofre, el bollu... Hemos salido de comedia. Incluso nos hemos tomado un mojito de los que ayer preparaba el cubano. Lo único que nos va a quedar por hacer son los fuegos.

-Asturias es tierra de dinamiteros y de excelentes pirotécnicos. Tenía pensado asaltar la Santa Bárbara de la Fábrica de Armas pero...

-Feliz San Mateo, manín.

-Feliz San Mateo, carbayón.

Nos sentamos en un banco a mirar el infinito. Inconscientemente nuestro paseo nos ha traído hasta el Parque de Invierno. De pronto las nubes se dispersan, el cielo queda despejado. Es como un milagro.

La noche de Vetusta nos regala, en exclusiva para nosotros, la más extraordinaria lluvia de estrellas.

-Cagüen Rita Pavone... qué guapo, qué guapo.

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