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Mujeres de oro en la mina de Boinás

"Somos iguales de capaces que los hombres", dicen las 47 empleadas de la explotación de Belmonte de Miranda

Ana María Alonso posa en primer término, mientras el jefe de planta, Roberto Cabada, extrae el bullón tras completarse el proceso de fusión del oro y de la plata. luisma murias

A doscientos metros de profundidad, la jornada laboral transcurre en la oscuridad, entre motas de polvo y un intenso olor a maquinaria y sustancias químicas. Davinia Fernández, madrileña y de 35 años de edad, avanza cuesta abajo por un laberinto de galerías que ella parece conocer como la palma de su mano. Conduce con destreza un camión de cabina ladeada, en el que transporta una montaña de metales preciosos ocultos bajo el lodo. La joven tarda en completar el recorrido de ida y vuelta una hora y media. Bajo tierra, la sensación es de ahogo, el calor resulta sofocante y el ruido, ensordecedor. Pese a ello, a Davinia Fernández le encanta su trabajo. Es una de las 47 mujeres -el 12,5 por ciento de la plantilla total- que operan en la mina de Orovalle, en Boinás (Belmonte de Miranda), desarrollando las mismas labores que los hombres. "A mí nunca me gustaron las tareas propias de las chicas. Quizá sea un poco peculiar, pero desde que llegué a Boinás dije que quería entrar en la mina", cuenta Fernández. Su sueño se hizo realidad en noviembre de 2014, después de pasar cuatro años en el servicio de limpieza y en el de lampistería. Desde entonces, es camionera en el pozo. LA NUEVA ESPAÑA acompaña a la joven en uno de sus viajes al interior de la tierra con el fin de describir su experiencia.

Antes de entrar en el yacimiento, Davinia Fernández tiene que revisar la presión de los neumáticos y todas las luces de su camión, el número seis. También comprueba que su uniforme es el correcto: casco, lámpara, tapones y el cinturón con autorrescatador -incluye una bolsa de oxígeno químico para situaciones de emergencia-. "La seguridad aquí es muy importante. Tenemos charlas todos los días para repasar el uso de equipos de protección individual (EPI) y de primeros auxilios", apunta Fernández, cuyo marido, Iván García, también trabaja en la mina como palista. La pareja, que reside en Belmonte de Miranda, está en turnos diferentes para poder cuidar a sus dos hijas. "Lo mejor es estar de noches, hay mucho menos tráfico", dice. Durante el día, la circulación es extremadamente compleja. Tanto, que resulta estresante. En una galería de poco más de cuatro metros de ancho pueden llegar a cruzarse cuatro vehículos a la vez. Para salir del paso en este tipo de situaciones, los mineros siguen a rajatabla las normas de circulación que marca la empresa: dejar pasar a los camiones que van cargados de material y colocarse en una especie de arcén, llamado culatón. "El tráfico es tremendo a esta hora (las tres y media de la tarde)", dice Jorge Sánchez, al volante de un todoterreno, que por la irregularidad del suelo no cesa de dar brincos.

De la mina de El Valle, en Boinás, se extraen oro, plata y cobre de dos tipos de depósito diferentes. Uno es el "skarn", que se origina por el contacto con otros materiales y se obtiene mediante voladuras -se hacen alrededor de tres al día-. Y el otro es el oxidado, que está relacionado con estructuras y fallas que precipitan la mineralización y se explota por medios mecánicos. La función de Davinia Fernández es cargar los materiales en su camión y transportarlos hasta el exterior. Allí, otro vehículo de mayor tamaño recoge los minerales y los lleva hasta la planta de tratamiento, ubicada en la parte alta de un valle herido por la actividad minera.

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