La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Camino por el interior

La Ruta Jacobea es, para muchos peregrinos, abrir un paréntesis para reflexionar sobre su vida, repensar el futuro y saldar cuentas pendientes

Jordi Codina (izquierda) y Josep Escarrà, con la credencial de peregrinos que habían adquirido en el monasterio de Montserrat. IRMA COLLÍN

"Hay una historia que no sé si será buena o mala, pero es mi historia. Hace cuatro años murió mi padre; yo tenía 27 años y por vez primera me asomé al abismo. Nunca fuimos un padre y una hija de mucho beso y abrazo, pero sí de cierta complicidad. Llevaba tiempo enfermo, en casa habíamos asumido que el final estaba cerca, pero su muerte me pilló lejos, estudiando en Madrid, y de improviso porque hay cosas que una no acaba de esperar del todo. Fue entonces cuando me di cuenta de lo mucho que había quedado por decir, de las conversaciones que se habían ido al limbo... Hago el camino sola. O con él, de su mano como cuando me llevaba al colegio. Y todas aquellas conversaciones que nunca hemos podido tener salen al exterior ahora".

Entre Borres (Tineo) y Berducedo (Allande) se abren dos posibilidades de ruta. Una de ellas tiene fama de dura y de infinitamente hermosa. Es la etapa de Los Hospitales, que atraviesa el puerto de El Palo. Laura nació en Pamplona, creció en Bilbao, y vive desde hace unos años en Madrid. La historia anterior, contada en primera persona y verbalizada en medio de ese paisaje abrumador del occidente asturiano, contesta a un porqué. El Camino como vía de escape.

Cinco de la tarde de anteayer, viernes. La recepción del albergue de peregrinos de Oviedo tiene cola. El proceso es lento, sobre todo en la percepción de los que llegan después de una caminata o una etapa ciclista. Pero en el Seminario, donde se instala el albergue, el tiempo parece ralentizarse.

Todo tiene su parte buena porque la espera propicia conversaciones, que se inician por sistema en el ámbito geográfico: todo el mundo sobreentiende adónde va, pero los orígenes son variados y, en algunos casos, insospechados.

Llega un joven ucraniano que no habla una sola palabra de español. En inglés deshace el entuerto: no es que venga desde Ucrania peregrinando, es que alcanzó tierra asturiana por vía aérea con intención de iniciar el Camino Primitivo hasta Santiago.

"¡Ahhhh, eso es otra cosa!", exclama la concurrencia.

Dos ciclistas cántabros, Luis Antonio y Manuel, acaban de llegar desde el monasterio de San Salvador de Valdediós, en Villaviciosa. Contentos pero jurando en arameo. No utilizan la carretera y hacen el Camino por la misma senda que utilizan los caminantes. "Muy duro, muy duro". Tanto que ellos, experimentados en la bici de montaña, aseguran que "hay tramos en Asturias que pocas personas pueden abordar". Sigue habiendo barro en los caminos y la subida inicial desde el monasterio donde pernoctaron resulta, valga la expresión, inolvidable.

¿Por qué razón la gente se lanza al Camino? Hay que hablar en plural, o sea, de razones, y todas ellas se entrecruzan en esta sala de espera nada convencional donde hay mezcla de razas y nacionalidades. El viernes había hasta una familia coreana. Dice Francisco, peregrino madrileño, que "esta experiencia del Camino es como la antigua mili, dura pero que venía bien hacerla a todo el mundo".

Es como salir a ese universo real que es la vida, nada artificioso, crudo en ocasiones. "El placer del esfuerzo", añade "que quizá no lo tienen ni medio claro las nuevas generaciones".

Aunque esas nuevas generaciones sí están representadas en la tarde del albergue ovetense. Hay hasta niños (los gemelos de la familia de Corea, antes citada), a los que no les queda más remedio que aguantar el ritmo que marca el Camino y los horarios estrictos que exige todo albergue que se precie. Las puertas se abren a las seis de la mañana y se cierran a las nueve. A esa hora todo el grupo -salvo cuestión de fuerza mayor- tiene que estar pateando una nueva etapa. O pedaleándola, según formato excursionista.

"Esto no es sólo deporte, hay como una llamada, como algo que te atrae a conocer paisajes, gente... a aceptar pruebas y esfuerzos". Josep Escarrà, 30 años, y Jordi Codina, 31, son catalanes de Vic. Llegaron a Oviedo para iniciar el Camino Primitivo y se creen capaces, por experiencia y buena forma, en hacerlo en nueve días cuando lo normal es echar dos semanas en el intento. De Oviedo a Cornellana en una tirada, de Cornellana a Tineo en otra. Lo que las guías marcan como dos etapas ellos las convierten en una.

- ¿Es posible?

-Es que nosotros hacemos buena parte del trayecto corriendo.

No se separan de sus escuetas mochilas ni en la media hora larga de espera antes de ser inscritos. Pero no son mamotretos con la casa al hombro como los que se pueden ver en el pasillo central del albergue, en uno de los cuales asoma el mango de un paraguas.

Llevan lo más básico, con dispensadores de líquido adosados para no perder ni tiempo ni ritmo en paradas para hidratarse.

Conocen muchos tramos del Camino y no repiten. Les atrae -dicen- la dureza de este tramo, que según la leyenda fue el utilizado por el rey asturiano Alfonso II con rumbo a Santiago cuando en el siglo IX se descubrió la legendaria tumba del apóstol. El primer peregrino tiene seguidores más de mil años después.

Los dos catalanes, que están de vacaciones, se lanzan a la aventura asumiendo "que el cuerpo irá marcando tiempos". Las dos primeras etapas no deberían arrojar muchas dudas. "A partir de Tineo se verá lo que dicen las piernas y será el momento de adecuar distancias".

Josep y Jordi tienen experiencia en carreras de montaña "pero nunca de más de sesenta y cinco kilómetros". Unos amigos les esperaban en el albergue y con ellos se fueron "a comer cachopo y beber sidra". Es una forma de hacer acopio de fuerzas que irán inevitablemente mermando en esos más de trescientos kilómetros que separa, por praos, sendas y bosques, Oviedo de la capital espiritual de Galicia.

La navarra Elvira Blanco y la guipuzcoana Arroxane Galfarsoro hacen el camino en bicicleta: "Mañana saldremos para Avilés y dormiremos a la altura de Cudillero. Hemos apuntado el albergue de Soto de Luiña. Después para Navia y hasta Galicia. Lo nuestro es una ruta mixta, vivimos el Camino por nuestra afición a la bici, que es de siempre", explican.

"Me encantaría hacer el Camino de Santiago andando, pero eso lo dejo para cuando tenga unos cuantos años más", confiesa esta navarra de Tudela.

Sophia Jones y Amelia Richey son dos jóvenes norteamericanas que estaban dispuestas a iniciar el Camino Primitivo, "fascinadas" por el hecho de recorrer una senda pisada ya, con el mismo objetivo, hace doce siglos. Es como un viaje en el tiempo. Asumen con una sonrisa las dificultades del intento y aseguran que "Oviedo es una ciudad muy hermosa".

Uno de los secretos del éxito está en la complementariedad. Josep marca el ritmo en las subidas; Jordi lo hace en las bajadas "que hay que hacer rápido y sin miedo para que no sufran mucho las rodillas". El primero se encarga, también, de orientar la senda.

El albergue de Oviedo tiene 66 plazas, una instalación amplia con todos los servicios, incluida la lavandería. En un tendedero exterior alguien colgó varios pares de calcetines y un sujetador. El peregrino de albergue debe asumir que el Camino se come una parte de su privacidad.

Con la caída de la tarde, el albergue recobra el silencio. Hay quien cae anestesiado en su litera; otros aparcan sus botas de monte y salen por Oviedo a disfrutar de lo que queda del día. A nadie se le ocurre la tontería de volver tarde.

Compartir el artículo

stats