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JULIO SANTIAGO GÓMEZ RIVAS | Jubilado, exsindicalista de la USO y de la UGT, concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Gijón entre 1983 y 1999, exvicepresidente de la Caja de Ahorros de Asturias y director de la Junta de Saneamiento del Principado de 1999 a 2005

"Me hubiera gustado estudiar Filosofía, pero en casa no me lo podían pagar"

"La Unión Sindical Obrera tenía como principio que no se podía tener la doble militancia; yo no quería dejar el sindicato, pero al impedirme entrar en el PSOE decidí dejar la USO y afiliarme a la UGT"

En primer término, con barba, Julio Gómez Rivas en el primer congreso de la USO, que se celebró en Madrid el Viernes Santo de 1977, día en el que se legalizó el Partido Comunista.

Julio Santiago Gómez Rivas no tiene ningún reparo, todo lo contrario, en decir que "yo no estudié nada, solamente el Bachillerato Elemental". No obstante, su talante tranquilo, negociador e intuitivo hizo de este mierense uno de los concejales con más poder en el Ayuntamiento de Gijón, adscrito al Grupo municipal Socialista, durante cuatro mandatos seguidos, de 1983 a 1999. El primero, con José Manuel Palacio Álvarez en la Alcaldía de la principal población de Asturias, y los otros tres, con el alcalde Vicente Álvarez Areces. Discreto, siempre en segunda fila, pero observando todo y a todos, Julio Gómez Rivas fue, entre otros cargos, vicealcalde, concejal de Hacienda y presidente de las tres principales empresas municipales de Gijón: la de aguas (EMA), la de limpiezas (Emulsa) y la de transporte urbano (Emtusa). También vicepresidente de la Caja de Ahorros de Asturias en representación del Ayuntamiento de Gijón.

Dotado de una gran mano izquierda para tratar con los periodistas, durante sus dieciséis años formando parte del gobierno municipal de Gijón fue también una de las piezas clave para la "entente cordiale" que formaron el PSOE e Izquierda Unida, pero, como queda dicho, desde un discreto segundo plano, puesto que a Julio Gómez Rivas le va más lo de "influir más que mandar". Durante los doce años de Álvarez Areces en la Alcaldía, Julio Gómez Rivas, como él mismo afirma, "centraba para que Tini rematase, que se le daba muy bien".

En 1999, cuando Areces ganó la Presidencia del Gobierno de Asturias, su sucesora en la Alcaldía de Gijón, la también socialista Paz Fernández Felgueroso, no contó con Julio Gómez Rivas, que volvió, durante cuatro meses, a su puesto en el astillero Juliana Constructora Gijonesa. Allí lo llamó Álvarez Areces para que se hiciera cargo de la dirección de la Junta de Saneamiento del Principado de Asturias, con sede en el edificio de la Empresa Municipal de Aguas (EMA), que se construyó en el entorno de la playa de El Arbeyal cuando Gómez Rivas era el presidente del consejo de administración de la compañía y donde, en el año 2005, se jubiló.

Vecino del barrio de La Calzada, de la zona de la calle del Brasil, desde que se casó, en 1971, lleva a rajatabla lo de "bajar a Gijón lo imprescindible", a alguna asamblea en la Casa del Pueblo del PSOE y poco más. Su vida transcurre en la "otra ciudad del oeste gijonés" entre lecturas y relecturas, sobre todo de novelas -ahora está releyendo "La montaña mágica", de Thomas Mann-, largos paseos por el entorno de la playa de El Arbeyal, una zona que siempre mimó desde el Ayuntamiento, y la cita diaria con un grupo de amigos para "tomar unos vinos". Afirma que ya está alejado de toda actividad política, pero a pesar de que es un hombre tranquilo, y aunque no lo quiera decir, sigue al tanto de la actualidad como cuando de sus decisiones dependían miles de millones de pesetas de las arcas municipales.

Un guaje de Santa Cruz de Mieres

Julio Santiago Gómez Rivas nació en diciembre de 1947 en El Pedroso, parroquia de Santa Cruz de Mieres. "Mi padre, Julio Gómez Campomanes, era maquinista de la Sociedad Hullera Española, que pertenecía al marqués de Comillas, y mi madre, Aurelia Rivas Pascual -la llamaban Chelo-, era leonesa nacida en Sabero, hija de un minero asturiano que trabajaba en las minas de allí. Tengo una hermana más pequeña, Blanca Flor. Allí pasé la infancia, con veranos en León, donde teníamos familia en el entorno de Boñar. En casa no se hablaba de política ni de sindicalismo, no aprendí nada de esas cosas en la familia. Únicamente había una referencia, por parte de mi madre, más de carácter romántico, de un hermano que había sido socialista y que murió nada más acabar la Guerra Civil, que cuando se proclamó la Segunda República se subió al campanario de la iglesia del pueblo, Grandoso, cerca de Boñar, donde vivían entonces, a tocar las campanas para celebrarlo. Tuve una infancia estupenda corriendo por los campos. Fui a la escuela nacional y luego a los 'baberos' de Bustiello. Estuve dos años y luego fui a hacer el ingreso al Bachillerato Elemental a una academia particular de una señora que, creo, era una maestra republicana represaliada que se ganaba así la vida. Me marché a estudiar al colegio de los dominicos de La Virgen de Camino, en León, pero duré poco: empecé el primer curso y cuando llevaba tres meses rompí con aquello y le dije al director de la escuela que me marchaba. Puse como disculpa que mis padres no podían pagar el colegio".

Retornó a Santa Cruz y a la academia de la maestra represaliada. La familia ya vivía en Les Colomines (barrio de San Salvador). "Preparé primero y segundo de Bachillerato y me examiné, por libre, en el Instituto Alfonso II de Oviedo. Aprobé los dos años. Tercero también lo hice así. Luego fui a una institución, la Academia Ricardo, en Figaredo. Como no había institutos se estudiaba por libre y aquella academia recogía a muchos alumnos de los pueblos de los contornos. Allí aprobé cuarto y la reválida. Querían que siguiera estudiando allí el Bachillerato Superior, pero dije que no, que quería trabajar. Me gustaba estudiar. Me hubiera gustado estudiar Filosofía, pero en casa dijeron que no me lo podían pagar. Entonces me dijo mi padre que me apuntara en la Escuela de Capataces de Mieres. Lo hice, y con 14 años trabajaba por las mañanas y estudiaba por las tardes. Mi primer trabajo fue en la empresa Talleres Román, en Senriella (Mieres). Era un taller mecánico de calderería y galvanizado. Empecé de pinche de albañil en la construcción de las propias naves de los talleres. El primer día que llegué a trabajar fue tremendo. Me pusieron delante de un camión cargado de arena, me dieron una pala y una criba y me dijeron: 'Hala, ponte ahí a cribar toda esa arena'. Pero como no sabía cómo se trabajaba pensé que no se paraba. Así, palada tras palada hasta que pensé que iba a reventar".

Se le atragantaron las Matemáticas y lo de la Escuela de Capataces no pudo ser, "aunque la verdad es que iba más al cine que a clase". Luego vino el servicio militar, en El Ferral del Bernesga y en Astorga. "Cuando volví de la mili iba a casarme, pero tuve tuberculosis y hubo que suspender la boda. Me casé a los 23 años, en 1971, con Ana María López González, de Figaredo". El matrimonio tuvo un hijo y una hija, y de ella, dos nietos.

En Gijón

Cuando terminó la mili "volví a Talleres Román, pero me parecía que no tenía la categoría que tenía que tener; era calderero. Entonces les dije que o me subían el sueldo y la categoría o me marchaba. No era justo, y punto. Tenía un compañero de trabajo, un año mayor que yo, que estaba casado y tenía tres hijos. Era también de Santa Cruz de Mieres y vivía en Gijón, en un piso de su madre, así que tenía que ir en tren todos los días a trabajar a Senriella y volver a Gijón. Me licencié en mayo y de lo que estoy hablando fue en junio. Entonces le dije: 'Pero bueno, qué haces aquí si en Gijón tiene que haber trabajo para ti'. Él no se atrevía a pedir trabajo, así que le dije que el día de San Juan -era el año 1970-, fiesta en Mieres, iríamos a Gijón a pedir trabajo para él, que era soldador. Dormimos en su casa y por la mañana nos levantamos temprano y subimos al alto de El Cerillero y empezamos a preguntar por los talleres de la zona hasta que llegamos a Juliana Constructora Gijonesa. Allí hablamos con un paisano de una de las contratas que trabajaban para el astillero. 'Qué sois', nos preguntó. 'Este es soldador', le conteste, 'y es el que busca trabajo'. 'Y tú', me preguntó. Le contesté que calderero. Al final nos dijeron que para el soldador no había trabajo, pero 'si vienes con el calderero te doy a ti también trabajo'. Volvimos a Mieres y llegó el mes de agosto. Me llamó mi amigo y me dijo: 'Julio, que tenemos que ir a trabajar a Juliana, pero tú también, que de otra forma no me dan el trabajo'. Así que como en Talleres Román no querían subirme el sueldo ni la categoría, me despedí y vine a Juliana". Al año siguiente se casó en Figaredo y se instaló con su esposa en La Calzada. "La gente de la Cuenca sabía que aquello se acababa y había que buscar otros sitios. Por eso mi madre compró un piso al lado de la calle del Brasil y allí nos instalamos".

- ¿Cómo entró en el mundo del sindicalismo cuando los sindicatos, excepto el "vertical", estaban entonces prohibidos por el franquismo?

-Para curarme de la tuberculosis me marché con mi madre a Santa Cruz. Entonces pensé que si al mes cobraba entre diez mil y doce mil pesetas y de baja cobraba dos mil, era injusto, sobre todo para un paisano que estuviera casado y con hijos. Era una injusticia tremenda, no tenía ningún sentido. En Juliana Constructora Gijonesa conocí a Juan Muñiz Zapico, que estaba en la misma contrata que yo y con el que nunca hablé de sindicalismo, hablábamos de ciclismo: él era de Loroño y yo de Bahamontes. A Juanín lo detuvieron cuando yo estaba de baja por la tuberculosis. Cuando sané empecé a trabajar otra vez en el astillero, pero no me afilié a nada, aunque me dolía el asunto de las subcontratas, así que empezamos a luchar contra el prestamismo laboral, lo mismo que ahora, salvo que ahora ya no se pelea. Empecé a salir en el periódico y fue entonces cuando me fueron a ver a casa Severino Arias y Eleuterio Bayón, los dos de Mieres y de la USO. Allí acabé, ya casado. La pelea sindical era por el ingreso de los trabajadores de las subcontratas en la plantilla del astillero. Peleamos mucha gente y al final se consiguió. La USO era mayoría en la empresa, pero ilegal. Yo trabajaba de calderero, pero era muy pesado, siempre era lo mismo, las mismas obras, así que me dije que tenía que cambiar. Sacaron en el tablón de anuncios una plaza de técnico de organización. Yo no sabía lo que era, pero me apunté, a pesar de que me dijeron que la plaza ya estaba dada. Era una plaza para la plantilla de Juliana Constructora Gijonesa que no se había cubierto y por eso dieron opción a los de las subcontratas. No la saqué, claro, estaba dada de antemano. Pero a los pocos meses me llamó un ingeniero que fue y sigue siendo muy amigo mío y me dijo que el examen que había hecho había sobresalido sobre todos los demás, y también en el test psicológico. "Vamos a crear una oficina de planificación", me comentó. Me parece muy bien, le contesté. "Pero vas a cobrar menos que en la contrata", replicó. Acepté el puesto, me aburre hacer siempre lo mismo.

Julio Gómez Rivas entró así en la plantilla de Juliana Constructora Gijonesa en 1972 y en ella permaneció, con las correspondientes excedencias para el desempeño de cargos públicos, hasta que se jubiló, en 2005. Una vez en la plantilla del astillero prosiguió con su actividad sindical. En 1975 se planteó la candidatura unitaria de la USO y las Comisiones Obreras, dos sindicatos "entristas" para desarmar desde dentro el sindicato "vertical". Julio Gómez Rivas encabezó la Candidatura Obrera y Democrática en Gijón y también en Asturias. El candidato que las Comisiones Obreras tenían para la lista regional tuvo miedo y en una reunión con dirigentes de Comisiones Julio Gómez Rivas dio un paso al frente: "Yo no tengo miedo a presentarme, por eso estoy aquí. La cosa quedó así y al final no había candidato. Se me presentó entonces Marino Artos y me dijo: 'Oye, Julio, para lo que quieras, Marino Artos'. Muerto Franco, en Constructora tuvimos muchos líos. El líder sindical en el astillero era Miguel Ángel Eres Soto, a quien apodábamos 'El Liru', pero había muchos más".

El salto a la política

En 1981 Julio Gómez Rivas tenía pensado dejar la primera línea del sindicalismo "y hacer una vida normal". Pero el 23 de febrero de ese año ocurrió el intento de golpe de Estado. "Entonces pensé: ¡ostras!, esto se cae si no lo aguantamos todos los días y hay que defenderlo políticamente. Me afilié al PSOE y coincidí, afiliándonos los dos, con José Ramón Herrero Merediz. No entré por mediación de nadie ni tampoco busqué a nadie. La Unión Sindical Obrera tenía como principio que no se podía tener la doble militancia; yo no quería dejar el sindicato, pero al impedirme entrar en el PSOE decidí dejar la USO y afiliarme a la UGT".

Al año siguiente, en 1982, se celebró en la antigua Casa Sindical de Gijón una asamblea para elegir al cabeza de lista en las siguientes elecciones municipales. "El candidato era José Manuel Palacio. Recuerdo que hubo siete votos en contra y el resto eligió a Palacio por aclamación. Luego hubo un congreso local a últimos de 1982 y se montó un pitoste tremendo. Empezaron a dimitir un grupo de concejales que no querían a Palacio pero no lo habían dicho antes. El primero que dimitió fue Jesús Morales como secretario general de la Agrupación Socialista de Gijón. Nadie sabía lo que ocurría. También se fueron Carlos Zapico, María José Ramos, Aladino Cordero, Daniel Gutiérrez Granda, Francisco Villaverde... Aquello quedó manga por hombro. Yo estaba en la mesa de vicepresidente del congreso. Al dimitir la ejecutiva ocurrió que la mesa tuvo que hacerse cargo del partido. Se convocó un congreso en enero de 1983 para nombrar toda la lista para las elecciones municipales de ese año. También hubo que elegir una nueva ejecutiva. Se hizo la lista, que se terminó un lunes a las seis de la mañana después de un fin de semana muy laborioso. De número dos de José Manuel Palacio iba José Ramón Herrero Merediz, que ya era senador, pero dimitió antes de que acabara el congreso y hubo que correr la lista. Faltaba entonces el número veintisiete. Yo era el que apuntaba los nombres en la lista y entonces uno me dijo: 'Apúntate tú en el veintisiete, no vamos a buscar a nadie más'. Me apunté. Entonces ya se había elegido a la nueva ejecutiva y el secretario general era Norberto Sanchidrián. Yo le ayudaba mucho y me habían nombrado secretario de formación. Mandaron la lista de concejales a Oviedo y a Madrid, como era obligatorio. Cuando vino la lista de vuelta yo aparecía en el número dieciséis. Le dije a Jesús Rojo, que era el secretario administrativo de la Agrupación de Gijón, que había un error. Se lo dije también a Sanchidrián, pero me contestó que no era un error: me había puesto él. Tampoco presté mucha atención. Preparamos las elecciones y en mayo de 1983 sacamos diecisiete concejales, mayoría absoluta. Así entré de concejal en el Ayuntamiento de Gijón.

- ¿Pidió la excedencia en el astillero?

-No, la pedí en 1991.

- ¿A qué concejalía le remitió Palacio?

-A ninguna. Pero un día llamó por teléfono al partido. Me puse al aparato y me dijo que iba a encargarme de la basura. Le contesté que muy bien y él me preguntó si era Juan José Lana. No, le dije, soy Julio, y si te equivocaste no hay problema, no lo cojo. No dio marcha atrás y quedé con la basura.

Segunda entrega, mañana, lunes:

"Mapi Felgueroso, ya alcaldesa, me agradeció que no le pidiera nada"

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