La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

PACO CAO | Artista

"Siempre me creí normal, hasta que una amiga me dijo: 'Eres muy raro' "

"Mis padres trabajaban como vivían: en proximidad y sintonía total, y su relación era amor en estado total y absoluto"

El artista Paco Cao, en el hotel del edificio Calatrava en Oviedo. FERNANDO GUTIÉRREZ

-Nací en Tudela Veguín el 4 de mayo de 1965, en casa. Tengo un hermano un año más pequeño, Eliseo. Mi padre era soldador, pero cuando yo tenía 4 años, mi madre, mi tía y él abrieron un chigre, bar El Norte, que daba comidas, cenas y espichas de verano, frente a la fábrica de cementos, cuya clientela eran trabajadores, camioneros, leñadores, mineros.

- ¿Cómo era la casa?

-Una vivienda obrera de la primera generación de la industrialización asturiana, de muy mala calidad. No tenía agua corriente y hubo que ponerla. No había agua caliente, ni ducha, ni baño, el retrete estaba fuera y lo compartían las dos familias, condiciones de un periodo anterior. Hubo que tirarla en los ochenta. En las barriadas de Pénjamo y Corea, cayeron muchas casas y los vecinos vivieron en barracones de lata, a principios de los ochenta, hasta que levantaron las nuevas.

- Su padre, José Ramón Cao Fernández.

-Generoso y buena gente. Conmigo era frío y distante porque no sabía manejar la muestra de las emociones. Me gustaba que me traía los sábados a la plaza del Pescado a comprar. Era convencional en algunas visiones porque no había salido del pueblo, pero tenía singularidades.

- ¿Ideológicamente?

-Era moderado en política, pero en las primeras elecciones votó a Tierno Galván, una rareza en la Cuenca, y quien dejó de ir a la escuela a los 13 años.

- Su madre, María Emma Gutiérrez Fernández, de Santianes.

-Vive y espero que viva mucho. Es fascinante su interés en estar al día, pese a sus carencias de salud y formativas. Tiene mucha iniciativa, es fuerte y poderosa.

- ¿Era la que llevaba el negocio?

-Mis padres trabajaban como vivían: en proximidad y sintonía total, y su relación era amor en estado total y absoluto. Mi padre murió hace diez años.

- ¿Había religión en su casa?

-Mi abuelo materno, minero, era anticlerical beligerante. Luchó en Marruecos, en la Revolución de Octubre y en el bando republicano durante la guerra. Llevaba un batallón, no dejó que arrasaran con unas monjas y su testimonio le salvó de la pena de muerte.

- Su primera imagen de Tudela Veguín.

-Un pueblo con actividad industrial, trasiego de camiones, mercancías y personas, bastante descuidado, lleno de baches y aceras penosas y con los tejados cubiertos de polvo. Cuando yo era pequeño el bar era mi observatorio antropológico. Veo la imagen apocalíptica de un incendio en la fábrica. Recuerdo una infancia gozosa, animada, consciente de la penuria de no conocer otros lugares y de una casa sin libros.

- ¿Notaba la falta de libros?

-Me fascinaban los álbumes de cromos de Pinín que tenía mi padre y leía tebeos de Bruguera. A mis 13 años, mi padre llegó un día con "La Celestina", "Las novelas ejemplares", de Cervantes y "Los sueños", de Quevedo. Me fascinó "La Celestina", porque la entendí. En la escuela no había libros.

- ¿Dónde estudió?

-Hasta los 12 en las escuelas nacionales, separados niños y niñas. Fui inquieto y curioso, con muchas iniciativas y ganas de lío.

- Cuente.

-En el patio trasero de casa decidí construirme una casita y para hacer el tejado subí a una nave medio abandonada de la fábrica y lancé unas cuantas uralitas. Mis padres me castigaron por vandalismo. Otra vez, con mi vecino Moisés destrozamos el campo de fútbol del Unión Comercial, arrancando los ganchos de las redes de las porterías y echando la grana para conservar el césped en el pozo del agua, única fuente en la zona. Fue por ganas de aventura, nos cazaron y llevé unos buenos palos. Me arrepiento y me reformé.

- ¿Por dónde se movía?

-Dependiendo de las edades. Al lado había un cine que cerró a mis 7 años, pero al que entraba cuando quería porque les pedían el agua a mis padres.

- ¿Era creativo?

-Dibujaba, construía. Una vez, mi abuelo me compró dos botes de pintura al óleo y un pincel. No sabía qué hacer con ellos, pero me creó una intriga y pasamos a la caja de pinturas y el caballete. Puse mucho interés y obtuve poco resultado.

- ¿Cuándo empezó a venir a Oviedo?

-Al estudiar en el colegio Hispania, privado y para chicos, muchos conflictivos.

- ¿Qué tal estudiante fue?

-Fui creciendo en las notas. Empecé mal y acabé el doctorado becado por buenas notas. En casa decidimos estudiar nosotros. Mi hermano, Formación Profesional que nunca ejerció porque trabajó con mis padres. Yo elegí la Universidad sin impedimento.

- El colegio Hispania.

-El inicio fue traumático. Me recuerdo sobre una mesa dando vueltas y arrasando con una maleta de ferroviario, de cuero muy duro, a los que se metían conmigo. Aprendí mucho de unas profesoras estupendas, recién licenciadas, a las que les gustaba lo que hacían y me exponían a información interesante.

- ¿Cómo fue la adolescencia?

-Íbamos al Centro Cultural, que eran las antiguas escuelas, municipal, pero autogestionado en la transición. Ahora es centro social y biblioteca, que se abrió en 1990. Hicimos muchas cosas chicos y chicas y proyectamos cine. Había un grupo. Gabriel Quintana, interesado por la cerámica, hizo un torno. Otro dibujaba mucho. Yo llevaba mis lienzos. Había habido un grupo de teatro, que intenté resucitar sin éxito. Hice escenografías en las que no se representó nada. A los 17 años hice un show a distintas horas del día, en el que destruí cuadros que había pintado durante meses, con pintura teatral, desnudo.

- Una performance.

-Así fue, una aventura más.

- Ya se reconoce singular entonces.

-Siempre me creí normal, hasta que, de mayor, una amiga me dijo: "Eres muy raro". No lo creo. Hay gente más rara.

- ¿En su adolescencia hubo drogas?

-Crecí fuera de ellas, salvo el alcohol, aunque entonces tampoco bebía. Ahora me doy cuenta de que había gente enganchada y mucho caballo, pero crecí bastante sano, salvo por el polvo de la fábrica de cemento.

- La Universidad.

-Estudié Historia del Arte, curso a curso, entre la plaza de Feijoo, el Seminario y el Cristo. Me hubiera gustado un profesorado más brillante. Los profesores que más me impactaron fueron los de Literatura. Me encanta que a Lola Mateos le hayan puesto una calle en Oviedo, porque si alguien merece una calle, ja, ja, ja, es ella. Me divertí y aprendí muchísimo con ella, más fuera del aula que dentro. Salía todas las noches, pero no bebía. La carrera me gustó, me dio una excusa para leer y, en la tesis, una estructura para buscar fuentes, organizar ideas y construir.

- ¿Cuándo pasó a vivir en Oviedo?

-En 1987, el pueblo se estaba muriendo, y el negocio con él, y mis padres abrieron el café Alfar en Silla del Rey. Viví con ellos hasta los 27 años, salvo cuando fui con dos amigas a un apartamento encima de la División Azul, hoy parte del Museo Arqueológico.

- ¿Qué hizo cuando acabó la licenciatura?

-Durante un par de años trabajé en los cinco espacios expositivos de la Obra Social y Cultural de Cajastur (hoy Liberbank): Oviedo, Mieres, La Felguera, Avilés y Gijón. Empezamos con la rehabilitación como espacio de arte del palacio de Revillagigedo, para lo que había tenido una obra muy poco adecuada. Al tiempo estaba en "Teatro del Norte", en una relación muy estrecha con Etelvino Vázquez. Ayudaba en todo, salvo en actuación y dirección. Aprendí mucho de escenografía, vestuario y diseño gráfico y algo en producción. Luego dejé lo de Cajastur.

- ¿Por qué?

-Sentí el conflicto de trabajar con el dinero de una institución y realizar mi propia obra y redacté la tesis "Plástica escénica en el teatro asturiano del siglo XX", con la que gané el premio "Juan Uría Ríu" y seguí trabajando en teatro también con "Margen" la sala Pradillo, de Madrid, y "Suripanta" de Extremadura, y luego lo abandoné por completo, aunque no descarto volver.

Mañana, segunda parte:

"Vivo muy mal del arte, pero mi personalidad testaruda me ayuda a seguir"

Compartir el artículo

stats