Hay en Sombras una secuencia que vale por toda la película: una batalla en la que unos paraguas letales cobran un insólito protagonismo. Es uno de esos fogonazos en los que el indudable talento de Yimou para enlazar lirismo y violencia sale a la luz a borbotones. Tras el desastre sin paliativos que fue La gran muralla, el autor de obras maestras como Linterna roja recupera parte del impulso creativo no solo por su asombroso ejercicio de caligrafía cromática sino, también, por la consistencia de su discurso sobre las luchas de poder en la China feudal. A veces fatiga, pero casi siempre fascina.