La expectación es máxima. El cuarteto de cuerda «Bowjangles» está a punto de comenzar su repertorio musical. Además, no son nuevos. El año pasado ya habían sido invitados «A ver la ballena» por cortesía de la Autoridad Portuaria de Gijón.

Vivaldi, Hadyn. El público espera con ansia la música de los clásicos. No se debe olvidar que el cuarteto de cuerda es una de las formaciones más importantes y elegantes de la música de cámara. «¿Será este espectáculo muy serio para mi nieto?», pregunta una señora. «Usted quédese "A ver la ballena" y verá», le recomienda uno de los miembros de la organización.

Los músicos comienzan a frotar las cuerdas. El violín suena agudo como nunca y el chelo canta a lo «Barry White». De repente uno de los instrumentistas interrumpe el concierto. Parece que la música clásica le aburre.

El público gijonés presta atención mientras el violinista decide comenzar un partido de tenis con los instrumentos como raquetas. ¿Qué está pasando? Los gijoneses no dan crédito.

El tenis da paso a la performance. El cuarteto de cuerda baila, canta mientras la viola, los violines y el chelo no dejan de sonar. Los asistentes no se lo creen. Parece un delirio freudiano ver algo así, sin embargo, los «Bowjangles» saben que lo suyo no es nada onírico. «Los cuartetos de cuerda son muy aburridos. Son estáticos, están todo el día sentados y tocando música clásica sin moverse. A nosotros nos parecía que nuestra música tenía que ser divertida, por eso hacemos lo que hacemos», afirma Bertie Anderson, la viola de este cuarteto.

Sin ninguna duda, estos chicos procedentes de Gran Bretaña revolucionan el mundo de la música interpretando piezas de los autores más clásicos con un toque muy peculiar. De hecho, se han proclamado como el único grupo capaz de bailar y tocar a la vez. «Nos gusta bailar, cantar, en definitiva, hacer un poco de performance», comenta Bertie Anderson.

Su propio nombre lo dice: «Bowjangles» es una variación del mote que se usaba para nombrar al cantante y bailarín afroamericano Bill Robinson. «Nuestro nombre significa aquellos que bailan swing. Nos describe perfectamente», explica Bertie Anderson.

Pese a que pueda parecer imposible tanta agilidad, estos británicos se mueven como pez en el agua encima del escenario de «A ver la ballena». Hay que tener en cuenta que los «Bowjangles» tienen que llevar a cuestas un instrumento musical nada minimalista.

Aunque el premio al mérito lo tiene Ezme Gaze, la violonchelista, que además de tocar el instrumento más pesado se encuentra embarazada de bastantes meses. «No hacemos ningún ejercicio especial. No vamos al gimnasio ni nada. Nuestra preparación diaria es esta forma tan particular que tenemos de hacer música. Además ahora tenemos un embarazo en el grupo, así que como el público puede observar estamos bastante acostumbrados», relata divertida la londinense Bertie Anderson.

El día de ayer mezclaba lo británico con la esencia astur . Los cielos amenazaban lluvia. Pese a todo, los «Bowjangles» se subieron un año más al escenario de los jardines de la Reina. «Estamos acostumbrados a tocar bajo la lluvia, aunque preferiríamos no hacerlo. Pese a que el cielo esté nublado he de decir que Gijón nos encanta», afirma Anderson.

Al ritmo de Vivaldi y del Libro de la Selva, los «Bowjangles» interaccionaron con el público. Los niños no salían de su asombro cuando el violinista Ed Bruggemeyer se sentó entre todos ellos.

Finalmente salió el sol y este cuarteto consiguió encandilar al público gijonés, con el que un año más volvió a compartir su particular estilo de música, en ocasiones disparatado. Y muy original.