Gijón, Susana F. SERRÁN

Madera, cartón, plástico o papel. Todo vale en el mundo del arte, y mucho más si se reutiliza el material. Alejandro «Mono» González (Curicó, Chile, 1947), leyenda del muralismo urbano, impartió ayer la primera de las tres sesiones del taller «Arte urbano» que se desarrollarán en los laboratorios de Laboral Centro de y Creación Industrial. Doce alumnos fueron los privilegiados que, además de las clases magistrales, colaborarán con el artista chileno para dar vida a un mural en la «Semana negra».

Con la seguridad de todo trabajador que toma entre sus manos el arma de su oficio, «Mono» González cogió un pequeño rodillo y comenzó a pintar de azul una plantilla. Un cartón de base, dos siluetas de plástico aplastadas y papel de film para forrar el conjunto, fueron suficientes elementos para que el artista demostrara frente a su público cómo, con muy poco, se puede empezar a crear. «Esto es la técnica de la serigrafía, y es lo que quiero que trabajéis hoy», sentenció «Mono» González.

Rápidamente, todos los allí presentes se pusieron manos a la obra y comenzaron a buscar piezas y objetos para sus creaciones. «Hay que conocernos y encontrarnos con los materiales, porque de ahí es de donde sale la obra de arte», comentó «Mono» González al iniciarse el taller. El objetivo de esta primera sesión fue el de hacer un coloquio general una vez acabados los proyectos, para aprender de los errores cometidos.

Representante de las campañas de pintadas callejeras del partido «Unidad Popular» en los 70, el artista chileno hace del arte urbano una vía social. «Yo soy un profeta, porque me siento como alguien que anda predicando el arte democrático», aseguró «Mono» González. En este sentido, el muralismo -que, a diferencia del graffiti, es un arte social y colectivo- ayuda a los jóvenes a expresarse frente a un modelo de sociedad del que no se sienten orgullosos. «Quiero que en estos tres días, mis alumnos tengan la oportunidad de poder pintar en un sitio público», afirmó el muralista y escenógrafo chileno.

Luis Gómez, venezolano de 30 años, se apuntó al taller en busca, precisamente, de esa oportunidad. «El problema del arte urbano es que tienes que pedir permiso para pintar y la mayoría de las veces no te lo dan», asegura Gómez. A pesar de ello, este estudiante de diseño gráfico, que lleva siete años viviendo en Gijón, no pierde la esperanza: «Algún día me darán un muro». Quique Rodríguez, madrileño de 29 años que veranea todos los años en Gijón, llegó al curso dispuesto a «aprender nuevas técnicas». También estuvo presente la escultora Ana Díez, de 53 años. Ovetense pero residente en Gijón desde 1990, en su caso no es la primera vez que disfruta de la posibilidad de exhibir su arte en sitios públicos.

Todos los artistas se pondrán en marcha a partir del jueves, para pintar sobre la pared de la «Semana negra» más próxima al Acuario. El mural estará terminado el sábado y, para su realización, se utilizará pintura al agua. ¿El contenido? Una pluma dándole a un blanco, un detective... lo que surja, pero efímero. «Mono» González cuenta con las aportaciones de los alumnos para las letras y tiene claro que «aunque tengas una idea muy precisa de lo que hacer, al enfrentarte con el muro todo puede cambiar».