La Isla (Colunga),

Lucas BLANCO

Convivir, disfrutar y aprender. Con esos tres verbos se podría definir perfectamente lo vivido por un grupo de 23 niños diabéticos provenientes de Asturias y Tenerife, durante los últimos quince días, en un campamento especializado para jóvenes pacientes de esta patología crónica, que tuvo como escenario el albergue El Furacu de la localidad colunguesa de La Isla.

Entre los objetivos de esta iniciativa de la Asociación de Diabéticos del Principado de Asturias está que los pequeños descubran que existen más personas con su mismo problema, a la vez que aprenden a afrontar de forma independiente la enfermedad. «Es una experiencia que sirve para sacarlos del aislamiento y hacerlos fuertes frente a la enfermedad», explica el presidente del colectivo organizador, Francisco Pérez Labajos.

Dos semanas en las que los juegos y las jornadas de convivencia se unieron a las charlas formativas y consejos sanitarios para conseguir que muchos de los participantes salgan totalmente transformados de la experiencia. «Al segundo día todos sabían pincharse solos y se llevaban de maravilla», explica orgulloso Labajos.

Cabe destacar que cinco de los niños participantes provenían de un campamento de Tenerife que no pudo celebrarse a causa de los incendios y vieron una alternativa en la cita colunguesa. «¡Os echaremos de menos!», gritaban los jóvenes asturianos durante la despedida ayer de sus nuevos amigos canarios, que se marcharon muy satisfechos de haber conocido el paraíso natural.

Una experiencia que todos coincidieron en definir como inolvidable y muy productiva. Es el caso del pequeño Marcos Muñiz, que a sus 9 años ya lleva varios teniendo que pincharse insulina, pero admite haber descubierto, estos días, muchas cosas sobre su enfermedad. «Lo pasé bien jugando y aprendiendo cosas como dónde debo pincharme y los tipos de máquinas que existen», explica el joven de Candamo.

En la misma línea se manifiesta el cabraliego Francisco Trapero, de 12 años, al que hace seis se le diagnosticó la diabetes. Trapero dice haber vivido uno de los mejores veranos de su vida gracias a esta iniciativa. «Descubrí que hay más gente como, pero que eso no nos afecta para poder jugar con normalidad si sabemos tratarnos», declara el pequeño.

Igual de bien se lo pasó Silvia Mier, de 15 años, que, aparte de recibir consejos, también aportó su experiencia a sus compañeros más pequeños. «Me gusta mucho ayudarlos y enseñarles cosas que yo ya sabía de la enfermedad», indica una Mier que no tiene dudas al señalar el principal inconveniente de la patología.

«Pincharse es sencillo, lo difícil es controlarse de comer dulces», añade la joven.

Especial mención merece el papel de una decena de especialistas sanitarios que colaboraron de forma desinteresada en el desarrollo del campamento. «Trabajar con niños es distinto, pero a la vez mucho más gratificante que con adultos», manifiesta el jefe de endocrinología y nutrición del HUCA, Edelmiro Menéndez, que tomó parte en el campamento.

Para despedir esta cita inolvidable, los niños del campamento recibieron la visita por sorpresa ayer de la consejera de Bienestar Social, Esther Díaz, que estuvo acompañada por el alcalde de Colunga, Rogelio Pando, los cuales felicitaron la labor de unos organizadores que se fueron a sus casas muy satisfechos por el éxito de esta iniciativa lúdico sanitaria.

A partir del segundo día de la concentración, todos los niños saben ya suministrarse la insulina