La playa de San Lorenzo volvió a llenarse esta mañana con los asistentes al décimo Festival Aéreo de Gijón. La combinación entre la marea alta y el éxito del espectáculo de aviones hicieron que, un año más, el arenal se quedara pequeño para los cientos de asistentes.

En esta ocasión el Festival celebraba su aniversario con la presencia estrella del convertiplano de transporte MV22 Osprey, que levantó los vítores del público. "Son aviones muy especiales que no se ven todos los días", señaló Marco Antonio Gómez, uno de los ya habituales en esta cita veraniega.

A los mandos de un F4 Phantom

"Solo, desarmado y sin miedo", ese era el lema del caza que desde ayer descansa en la explanada del Náutico de Gijón. La cabina de un F4 Phantom es la última atracción que el Festival Aéreo ha traído a la ciudad y que permanecerá hasta esta noche a disposición del público frente a la Escalerona de San Lorenzo.

Se trata de un aeroplano de reconocimiento fotográfico desarmado que perteneció al ejército desde 1965 hasta el 2005. Su misión consistía en volar solo a baja altura, sin armas de ningún tipo, para fotografiar al enemigo. Una hazaña extremadamente peligrosa.

Lo que hace de esta una nave especial no es únicamente que le falte gran parte del fuselaje (de las 27 toneladas que pesaba en un inicio, tan solo quedan seis), sino que haya sido restaurada expresamente para que curiosos e interesados puedan ver y tocar los mismo controles que en su momento manejaron sus pilotos. José Ramón Jaimez, uno de los responsables del proyecto, contaba que "hemos recopilado todos los instrumentos originales y lo hemos reparado para exhibirlo. En los museos o en las congregaciones de 'spotters' (fotógrafos aficionados a la temática aérea) se pueden ver cientos de aviones, pero la gente no puede subirse y tocar botones". Lo más emocionante para los entendidos es que "este tipo de aeronaves han estando siempre en secreto. Hace años era imposible hacerse una foto con uno de estos", explicaba Jaimez.

Secreto o no, parece que la iniciativa, que se repite en Gijón, ha sido de nuevo un éxito. Aficionados a la aeronáutica y transeúntes que se encontraron con el caza por simple casualidad aprovecharon ayer la oportunidad para sentarse en el interior de la cabina. Alfredo Fernández explicaba que "vinimos a dar un paseo cuando no encontramos esto por sorpresa. Quiero que se suban mis nietos porque a mí siempre me gustaron los temas militares".

Dejar que todo el que quiera se ponga a los mandos de un avión del ejército no es lo único que la empresa responsable ha intentado. Durante todo el día estuvieron dando explicaciones simplificadas al público sobre los elementos que componen el avión, tácticas de supervivencia en caso de derribo y otras curiosidades que encandilaron a los curiosos. Unas charlas que repetirán hoy hasta última hora de la tarde.

Alberto Franco, uno de los espectadores que escucharon una de estas charlas, señalaba que "está muy bien que acerquen estas cosas a la gente. Es muy interesante y educativo". Estíbaliz Fernández apuntaba que "nunca en la vida había visto un avión como éste. No soy una gran aficionada pero estas cosas merecen la pena aunque solo sea por simple curiosidad".