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El museo del abuelo cervecero

Juan García Tizón, jubilado gijonés de la banca, muestra en un bajo comercial del barrio de La Arena su colección de botellines y jarras, la segunda mayor de España

A la izquierda, García muestra una botella de La Estrella de Gijón; a la derecha, otro modelo singular con la bebida procesada y sus ingredientes naturales. marcos león

Juan García Tizón, jubilado gijonés del sector de la banca, ha abierto museo en Gijón. Se llama "El abuelo cervecero" y está ubicado en un bajo comercial de la calle Juan Alonso, en el barrio de La Arena. Allí alberga García, desde hace algo más de un año, la segunda mayor colección de botellines de cerveza de España. Un total de 5.000 de todos los países y continentes: Alemania, Francia, Jamaica, México, Japón, Israel, Australia, Corea, India? Un sinfín de ejemplares "cada uno con su secreto", explica García, que comenzó a recolectar vidrios hace solo cinco años y que dado el volumen que cogió el tema ahora ofrece visitas a cualquier interesado.

Sobre su curiosa afición, Juan declara que "en un principio iba a las tiendas y en vez de pedir siempre la misma cerveza, probaba de otras marcas. El envase lo tiraba, hasta que un día pensé que podía guardarlos. Fue así como empecé a coleccionarlas". De almacenar 200 en casa, pasó pronto a tener 500; cifra que continuó subiendo rápidamente con el paso del tiempo y la ayuda de todo su entorno. "Mis allegados ya saben qué regalarme, no se lo puedo poner más fácil", dice. Al principio, la colección se guardaba en casa "y luego en el trastero. Como no me cabían, las trasladé a un local que tenía en Contrueces y cuando éste también se quedó pequeño, decidí traerlas hasta aquí". Demasiado movimiento para un material tan delicado. "Con tanto trajín algunas se me han roto y por culpa del roce de las chapas, varias etiquetas se me han estropeado", lamenta.

Su familia no se ha mantenido ajena al curioso hobbie de este amante de la birra. "Me tachan de loco. Dicen que tengo el síndrome de Diógenes", comenta con humor este gran aficionado al que han querido sacarle partido los organizadores del "Asturias Summer Beer Festival", que se celebra estos días en Gijón. Hasta el domingo el museo de las cervezas abrirá al público de 11.00 a 13.00 y de 17.00 a 19.00 horas. El resto del año, Juan García se ofrece solícito a enseñar sus tesoros previa llamada al 615 021 656 o correo electrónico (jtizon@gmail.com). Y a contar cuantas anécdotas se sabe en torno a este líquido dorado. "Una de las historias más curiosas está en la cerveza danesa Girafe, de la que solamente existen 500 ejemplares en todo el mundo. Sus creadores utilizaban la imagen de una jirafa muy conocida que estaba en un zoo de Odense. Cuando murió, a la productora se le ocurrió la idea de recolectar dinero para comprar otra jirafa. Un objetivo que consiguieron", cuenta.

Entre tanta variedad de cervezas es complicado elegir. La colección de García tiene como producto más grande una botella de Chimay de 3 litros y el menor, una San Miguel Filipina de 10 cl. Además, a las botellas suma un expositor con medio millar de vasos y jarras. "Al igual que pasa con las cervezas, los voy buscando por ahí, me los regalan, los compro por internet, los pido en los países que visito?", relata este gijonés de 59 años cuya pasión por la cerveza viene de lejos. "A pesar de que hacía deporte, comencé bastante pronto a beberla. Existe la falsa creencia, y hábito, de que la cerveza ha de tomarse cuanto más fría mejor, pero si echas un vistazo a los libros te das cuenta de que lo correcto es tomarla a temperatura ambiente. Es la única forma de apreciar su verdadera calidad", confiesa.

En referencia a sus preferencias, Juan García huye de elecciones. "La mejor cerveza es aquella que te tomas con tus amigos, independientemente de la marca. Aún así, si tuviera que quedarme con una de las muchísimas que he probado, elegiría una cerveza negra. 'Sagres Preta de Chocolate'. Es una pena que ya no se fabrique", reconoce un coleccionista que no tiene prisa por probar todos los botellines que almacena. "Pienso que poner fecha de caducidad al producto le quita algo de magia. Por suerte se conserva muy bien y sinceramente, no me paro mucho a mirar el tiempo que tengo para bebérmelas. Las pruebo y ya está". Ahora además de la cata disfruta del placer de "compartir las historias que esconden los botellines que guardo y guardaré".

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