Ocho mentes brillantes encerradas en un edificio de la Universidad de Oviedo tratando de resolver un crimen. Un cuerpo tendido boca abajo en el suelo, un revólver a su lado, una maceta rota y varias colillas a su alrededor. ¿Serán capaces de desvelar el misterio?

Podría parecer el inicio de un thriller policiaco con visos de convertirse en el best-seller del verano, pero se trata del ejercicio final para los alumnos de un campus de verano de la Universidad de Oviedo sobre criminología, reservado para los mejores expedientes nacionales en cuarto curso de la ESO y primero de Bachiller. "Ninguno de los alumnos de este grupo baja del 9 de media", presume Itziar Ahedo, coordinadora del curso.

El proyecto Bases Científicas de las Investigaciones Criminalísticas (CSI), dependiente de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) y el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, reúne en el Edificio Severo Ochoa de Oviedo a ocho jóvenes provenientes de distintos lugares de España. Para poder participar en estas clases los alumnos han de tener una nota media de 7,5 como mínimo: es ya el requisito para poder enviar la solicitud. De las más de 7.000 que recibe FECYT, únicamente 2.000 logran plaza para uno de los 64 campus repartidos entre 16 universidades españolas.

Pero merece la pena, como reconoce Carmen Privado, de Ciudad Real. "No es un sacrificio, son unas vacaciones más, no tienes por qué ir a la playa para pasártelo bien. Aquí estamos aprendiendo, disfrutando y conociendo a gente nueva, viviendo nuevas experiencias".

En este campus, los asistentes aprenden cómo resolver un crimen utilizando las técnicas más punteras que existen en la actualidad: análisis de ADN, la utilización de la difracción de rayos X o aprendiendo la importancia de la espectometría de masas en las ciencias forenses. A fin de cuentas, "aprender conocimientos nuevos para poder aplicarlos en el futuro profesional" como apunta Eduardo de la Cruz, que viajó desde Las Palmas de Gran Canaria para asistir al curso porque "quien algo quiere, algo le cuesta, si esta semana me ayuda en un futuro, estará bien empleada".

Para poder formar parte de este proyecto, los alumnos únicamente han de hacerse cargo de sus desplazamientos y del pago de la matrícula que asciende a 80 euros. "El precio es casi regalado, viendo todas las experiencias que viven", asevera Ahedo. De hecho, el éxito de este curso, que llega ya a su séptima edición, es considerable, ya que "la mitad de los alumnos solicitan este campus, y un diez por ciento del total lo hacen como primera opción", recalca la coordinadora.

Pero este curso no es el único que oferta la Universidad de Oviedo. En el mismo Edificio Severo Ochoa, que agrupa los Servicios Científico-Técnicos, se encuentra el proyecto "El lenguaje de las células"; en la facultad de Geología se puede participar en "Trending Topic #LaTierra", y en el Campus de Gijón, en el Departamento de Ingeniería Eléctrica, Electrónica de Computadores y Sistemas, en el programa "Electrónica: diseña, construye, tira y... ¡gana!".

Este tipo de actividades, como explica Verónica Rodríguez, de Ciudad Real, son la mejor opción para "conocer a gente y hacer buenos amigos mientras haces lo que te gusta". De hecho, como asevera su compañera Carmen Privado "es un premio al esfuerzo, a las buenas notas". Unas calificaciones que cuentan con un gran trabajo detrás, como explica la leonesa Patricia de la Madrid. "Es primordial tener un horario bien estructurado, a lo que ayuda realizar actividades extraescolares para organizarse mejor". La clave para lograr la excelencia es "no memorizar, sino comprender y tener la capacidad de explicarlo con tus propias palabras", como cuenta la propia De la Madrid. Precisamente, eso recrimina Eduardo de la Cruz: "algunos profesores te exigen que memorices, no que comprendas. El modelo educativo está cojo en ese sentido".

Aún así, los asistentes al campus tienen claro su idílico futuro profesional, enmarcado en el área de la medicina forense, la criminología o la antropología.

Por cierto, el crimen quedó resuelto. La víctima del ejercicio se llamaba Esperanza Martínez, era trabajadora en Sistemas Científico-Técnicos y murió asesinada por arma de fuego. La identidad del asesino se mantiene aún en el secreto de la investigación. Pero con detectives de tanto talento seguro que está ya entre rejas.