Es una de las jornadas marcada en rojo para los aficionados a la aviación de muchos rincones de España y, más concretamente, de Asturias y Gijón. La undécima edición del Festival Aéreo gijonés congregó a muchos miles de personas en una abarrotada bahía de San Lorenzo. Pasadas las doce horas del mediodía, los dos helicópteros del Ejército de Tierra daban comienzo al festival para alegría de, sobre todo, los más madrugadores. Era el caso de José Manuel García, vecino del barrio de Jove y habitual de este evento, que se mostraba "un poco decepcionado porque no hayan podido venir todos los aviones que estaban previstos", pero que se lo tomaba con filosofía: "Otro año lo harán". Llevaba en la zona de la Escalerona desde las nueve y media de la mañana.

Las dos aeronaves -el Tigre y el Volkow-, que llevaban desde las 10 en el cerro de Santa Catalina a disposición de los aficionados que quisiesen hacerse fotos junto a ellas, eran uno de los grandes atractivos de esta edición de la exhibición aérea habida cuenta de las bajas de última hora de cuatro aviones por la negativa de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) para que despegasen. El Tigre es uno de los bastiones con los que cuenta el Ejército de Tierra español en las misiones en el extranjero y su presencia impresionó a los presentes. "Es increíble, mira cómo vuela" se comentaban entre sí dos amigos en las inmediaciones de la escalera 5.

Aunque más increíble fue la puesta en escena del F-5, un caza reactor proveniente de Talavera la Real (Badajoz), que recorrió la bahía gijonesa de punta a punta en un tiempo récord, como buen homenaje al Campeonato de España de Atletismo que se disputó este fin de semana en Gijón. Precisamente, con motivo de la competición de atletismo, estaba ayer en Gijón David Terrada, de Gandía quien dijo estar "encantado con Gijón, de las ciudades más bonitas de España". El ruido fue el compañero de viaje de esta aeronave. Un caza de otra década y otra generación, cuya introducción al mundo de la aeronáutica data de 1964 y generalmente se usaba como avión previo a los cazas de combate de última tecnología. En su paso por la bahía gijonesa el "speaker" del festival bromeaba con que "no puede volar a su velocidad máxima para desgracia de los negocios de cristalerías" haciendo alusión a que su velocidad punta rompería las ventanas y los escaparates de la primera línea de costa.

Después del F-5 hizo presencia el helicóptero Helimer, de rescate, diseñado para remolcar objetivos de más de 270 kilos y que hizo una demostración de una maniobra de rescate tendiendo el cable hasta el agua, donde se descolgó uno de los miembros de la nave. Porta una grúa de carga que soporta más de 270 kilos tiene un combustible de más de 1.600 litros que le permite volar durante 4 o 5 horas a más de 300 km/h. Puede llegar a trabajar durante casi una hora a 210 millas de la superficie y se caracteriza por su precisión y estabilidad en el aire.

A las 12.49 fue el turno del otro caza francés el Dassault Rafale, uno de los favoritos de Alberto Martínez, un vallisoletano que lleva viniendo "cinco años seguidos a Gijón" a ver este espectáculo aéreo. Reconoce que no ha sido su edición favorita y que le gustaron más otros años, pero promete que "el año que viene volveré, o eso espero". El Rafale es un caza de primera generación francés que lleva 15 años en el mercado y fue uno de los aparatos que más gustó al numeroso público que se dio cita ayer en el Muro, en la playa -incluida la televisiva Lara Álvarez, a la que se pudo ver disfrutar del sol y los aviones- y en el cerro de Santa Catalina. El ruido también fue el compañero de viaje de cada una de las batidas de este aeroplano de piloto también galo y que tuvo unas palabras cariñosas para los allí presentes y que terminó con un "Viva España".

Pasado el ecuador de la exhibición fue el momento de salir a escena algunos de los aviones clásicos de la mitad del siglo pasado. Primero, la pareja formada por el Piper L14 y el Cessna Bird Dog. El momento 'vintage' pareció no entusiasmar demasiado al público de Gijón, que poco a poco comenzó a abandonar la playa y eso que desde la megafonía ambientaron el momento poniendo música 'boggie'. La mayoría continuó mirando al cielo. El L-14 que actuó ayer en Gijón es el único ejemplar que sigue operativo en todo el mundo. Es el número 7 de un lote de 14.