El Hípico de Gijón es, para algunos, más que una cita del verano gijonés, casi una forma de vida. Sobre todo para los aficionados más clásicos, los que rememoran los saltos de Goyoaga con "Kif-Kif", de Malta da Costa o de Alberto Honrrubia. Esos que durante unos días de agosto viven acoplados en un palco. Un espacio con vistas privilegiadas a la pista de Las Mestas que ha sido escenario de reuniones de familias y amigos año tras año. "El primer jinete al que aposté era un policía nacional", recuerda Carlos Lueza Beltrán, de Gijón, que lleva 61 años ligado a Las Mestas. "Tú llevas aquí desde los 12 años y yo desde los 15", discuten Javier Rubiera y Gerardo Castro, que desde hace 30 años reservan dos palcos para su grupo de amigos. "Nosotros venimos por los caballos. Ah, y por las apuestas, que son fundamentales. Sin ellas no vendría ni la mitad de gente" explica Castro, para quien "la emoción en este concurso la dan los buenos jinetes".

Los recuerdos de niño de Alfonso Pérez Luengo, que lleva 50 años acudiendo al Hípico, los encarna Francisco Goyoaga. "El mejor jinete español de todos los tiempos. Apostábamos 5 pesetas por él y cobrábamos 150", explica el veterano, que ya estaba en la pista el primer día, a la una de la tarde. "No estoy nada de acuerdo con que hayan prohibido las apuestas a menores. Es lo que más crea afición", afirma el gijonés, que reconoce, entre risas, que "ya casi jugaba cuando me traía mi madre en el carricoche".

Empaparse del ambiente es otro argumento de peso en Las Mestas. "El Hípico es una cosa social; vengo y me reencuentro con amigos a los que llevo tiempo sin ver y paseo con mi marido", señala la exdiputada del PP Elma Alonso, que reconoce que "el certamen asturiano es, a nivel estético, impecable". "He estado en León y en otros concursos de caballos y el ambiente es distinto", mantiene la gijonesa Charo Martín, a la que su madre "traía en silla; aquí he hecho mis primeros amigos". Para Jose Luis Falcón, que lleva 30 años reservando el mismo palco, la cita es excusa para reencontrarse con amistades. "Lo de las apuestas es un acicate para ir después a cenar juntos".

Han pasado 74 años desde que el Hípico abriera sus puertas y los visitantes del hipódromo han sido testigos de muchos cambios en sus instalaciones. No obstante, para aquellos "que nacieron" en el concurso hípico gijonés, el espíritu popular de la cita sigue intacto. "Antes era mucho más rústico. Había sillas plegables en vez de palcos" señala Paz Fernández Felgueroso, exalcaldesa de Gijón, que disfruta de Las Mestas desde la primera jornada, en compañía de su hermana y un grupo de amigas. "Entrábamos por el Jai-Alai, la zona de merenderos de la Guía", explica el gijonés Jose Enrique Castro García, asiduo desde los 14 años. "Llevo viniendo toda la vida, como decimos los de Gijón. Empecé con catorce años, y recuerdo andar saltando por ahí y ver los caballos con mis padres", agrega el asturiano.

Para este grupo de asiduos la cita con el Hípico está por delante de otras como el restallón o la noche de los fuegos, y eso que el concurso aún tiene algún aspecto por mejorar. "Deberían rehabilitar la zona de los palcos y quitar las columnas, que quitan mucha visibilidad a la pista", señala el gijonés Alberto Concheso. "La información que dan desde megafonía es mejorable. Es un caos a la hora de apuntar los resultados para la prueba de desempate", dice Jose Luis Falcón, quien, además, apuesta por "dar con la forma de evitar que se formen colas tan largas para apostar". Ideas y sugerencias para que el Hípico aguante otros muchos años.