Nunca es lejos si el oriciu es bueno. O abundante. Cuando los responsables de una cita gastronómica en Las Azores, Portugal, confesaron a Alejandro Fernández Suárez, presidente de la Cofradía del Oricio, que en sus aguas atlánticas tenían este manjar, pero que no miraban para él, vio el cielo abierto y aceptó la invitación de participar en la cita culinaria que se desarrollará este fin de semana en la isla lusa. "Voy con la esperanza de ver qué capacidad de oricios hay en Las Azores, podría ser un lugar donde suplir la falta que tenemos nosotros", apunta Alejandro Fernández.

El cofrade mayor les dio a probar el caviar en un encuentro internacional en Orense. Los portugueses se quedaron sorprendidos con el sabor, "como nos pasa siempre", y reconocieron que entre sus rocas llevaban años viéndolos pero que "nunca miraron para ellos". Fernández aceptó la invitación de participar en su festival de pescado, enfocado este año a aprovechar recursos naturales que hasta ahora explotaban -caballa, algas y oricios- con la esperanza de encontrar allí una vía de escape para paliar las restricciones cantábricas.

Alejandro Fernández llevará las maletas cargadas. El viaje, por tanto, no será de placer. En la sesión del viernes impartirá una conferencia sobre el oricio, su historia y particularidades. Poner en valor el producto, que dicen ahora. Al día siguiente, participará en un "show cooking" -cocina en directo- donde deberá elaborar platos con el manjar que lleva desde Asturias. El menú, para mil personas, se compone de canapés con caviar de oricios, revuelto de algas y oricios, tortilla de oricios y, después, una sorpresa aún por decidir. Alejandro Fernández baraja o un sorbete de crema de oricios o unas migas de pan de maíz humedecidas con el caldo del oricio y vuelta a deshidratar coronadas con caviar. "Será un bocado muy especial", confía.

No obstante, Fernández se encuentra en una situación difícil, porque "cuanto más mercado abro, menos oricios hay para los que los comemos habitualmente". Aunque de siempre han ofrecido su sabor al que no lo conocía, con notable generosidad. Pero la duda es clara: ¿y si a los portugueses de Las Azores les gusta tanto que comienzan a comerlos ellos? ¿Habrá para todos? Alejandro ha puesto rumbo ya en busca de respuestas.