Meterse en la piel de un auténtico piloto de combate. Esa fue la sensación que embargó a quienes durante el día de ayer se subieron a los aviones estáticos reales situados junto a la antigua Rula, una de las actividades complementarias al Festival Aéreo de mañana.

Se trata de un F-5 Northrop pintado de camuflaje, como los que se siguen utilizando en la escuela de cazas de Talavera la Real, en Badajoz. Y, junto a él, una sección de un F-4 Phantom, el antecesor del F-18.

Una exposición que permite a gijoneses y visitantes sentarse en el habitáculo de una cabina de vuelo real y ver, de este modo, la complejidad que lleva aparejada. "Es una pasada", resume Marino Artos que, aunque se declara "antibelicista", no pude ocultar su afición por estas aeronaves. "Es una forma muy llamativa de entrar en contacto con la historia y ver los avances tecnológicos que se fueron produciendo", explica emocionado tras bajar de una de las cabinas. "Es increíble la cantidad de equipos que hay ahí dentro, hay que estudiar media vida para poder pilotar un avión de estos", enfatiza.

Un gesto de sorpresa que también comparten los madrileños Paola y Guillermo Martínez, acompañados de sus padres: "¡qué cantidad de botones!", se sorprenden los pequeños que aseguraron haberse sentido "como pilotos de guerra".

Uno de los más jóvenes en visitar la exposición fue Mauro García, de 5 años, que no dudó en contestar qué es lo que más le había llamado la atención de la cabina: "la palanca". El pequeño, que se decanta por el modelo F-5, heredó la afición por los aviones de su abuelo, que lo acompañó ayer. Y por ello, para seguir la tradición, abuelo, nieto y demás familia acudirán mañana a ver el gran desfile aéreo del festival.