Se llenó como nunca el teatro Jovellanos, de un púbico adicto, para contemplar el espectáculo titulado "Horror", autodenominado como "el show que nunca se debió hacer". En el escenario esperan cuatro músicos que no cesan de tocar mientras el respetable ocupa sus localidades. Son, Álvaro Bárcena, Wilón De Calle, Sil Fernández, y Sam Rodríguez. Su música es estrepitosa pero muy rítmica.

Llegan los actores con intención de ensayar una comedia musical que tienen planeada, pero el principal protagonista acaba de morir, ¿de qué?, nos preguntamos. Creo que lo correspondiente sería decir que de una sobredosis. No se arredran y empiezan a ensayar. Pero al fin tienen suerte: aparece un repartidor de pizzas, un chico despistado pero guapo y le convencen para que intervenga en la comedia musical. Es Rodrigo Cuevas, actor, agitador folklórico y panadero carbayón. Nudista, anarquista, pacifista, fetichista, un chico de portada de revista. Es conocido como el "Prince de Verdiciu" y el otro día puso a reventar la plaza Mayor con su espectáculo gamberro, dentro del programa del Arco Atlántico.

La música es correcta, propia de esta clase de espectáculos. Pero está continuamente interrumpida por la tormenta. Y en este ambiente se desarrolla toda la función, pero a los actores no parece importarles, ya que después del susto todos ríen, bailan, cantan, son felices. Y el respetable también, que la goza con los chistes que los integrantes del elenco van sembrando. Y que son miembros de una UTE teatral, de la unión de las compañías Ambigú, Higiénico Papel, Saltantes y Teatro Fin del Mundo que han decidido reunir esfuerzos en un montaje común que dará mucho que hablar, también fuera de Asturias, que ése es su deseo.

Creo que el éxito está servido. Lástima de una escena que no hacía maldita falta, me refiero a lo sucedido bajo el mosquitero. ¿Es una comedia musical para todos los públicos? Pues no se corresponde. En fin, las chicas se lucen y el genio de los actores queda sobradamente demostrado. Al caer el telón, se produce una nueva tormenta, pero ésta de aplausos.