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Las vacas quieren vivir como reinas

Asturias experimenta un auge de aparatos para el confort bovino, que se han convertido en esenciales para las reses

Varias vacas frisonas en una ganadería de San Martín de Podes (Gozón). MARA VILLAMUZA

Las vacas se parecen a los humanos mucho más de lo que uno podría pensar. Resulta curioso, pero estos animales muestran la misma disposición por acceder a su comida que por rascarse contra un cepillo mecánico. La lógica del instinto dicta que la supervivencia primaría sobre el disfrute, pero las reses, como las personas, se esfuerzan por igual para conseguir ambos fines. Esa conclusión se extrae de un estudio publicado esta semana por la prestigiosa Royal Society londinense y firmado por expertos de dos universidades de Canadá y Polonia.

Es decir, la vaca valora mucho, y disfruta, con sus cuidados. Algo que, según se ha demostrado científicamente en otras investigaciones, acaba repercutiendo tanto en la calidad de la leche o la carne como en el desarrollo y estabilidad vital del animal. En Asturias, región bovina por excelencia, su bienestar ha calado hondo en las ganaderías, donde abundan todo tipo de accesorios para garantizar el buen vivir de las vacas.

"Hemos comprobado que los ventiladores reducen el estrés crónico de las reses, pues la humedad abundante disminuye su producción", asegura Paulino Badiola, encargado de la famosa explotación que lleva su apellido en Gozón. Badiola añade que esa corriente continua de aire "mejora la fertilidad de las hembras y favorece a las enfermas, que lo pasan mal con demasiado calor".

Otra de las innovaciones que la ganadería está a punto de incluir en sus instalaciones es un suelo acolchado de goma que "evite rozaduras en las patas y golpes bruscos", asegura el gozoniego. "Será como una alfombra de Persia en una casa, que reduzca los accidentes, pues la pérdida del animal siempre es peor que cualquier desembolso por asegurar su vida en buenas condiciones", sentencia el ganadero gozoniego. Y es que, reconoce, los litros de leche aumentan conforme mejoran sus vidas. "El retorno es claro", sentencia Badiola.

Países como Dinamarca obligan ya a disponer de artilugios con los que, por ejemplo, las reses se rasquen. Algo que no habría de resultar descabellado cuando una vaca, según la investigación londinense, es capaz de empujar puertas de hasta cincuenta kilos con el único fin de frotar sus lomos contra la áspera superficie de un enorme cepillo mecánico .

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